sábado, 13 de noviembre de 2010

El corcoveo de los apellidos y las buenas o malas pasadas



El corcoveo de los apellidos y las buenas o malas pasadas
Escribe Carlos Amador Marchant


Con algo de sonrisa, con la picardía del huaso, aunque soy del desierto, de la sal, de los peladeros y piedras, traeré al presente un pasado (rememorāre en fiel latín), pero esta vez de mi nombre, aquel que sale en las portadas de los libros..
Desde aquí comienza una larga historia, enredada entre satisfacciones, exclusiones y hasta distanciamientos.
Primera vez que hago esta especie de ejercicio y espero no caer en lo fatuo y personalista.
Por cierto ya saben mi nombre y aunque no se hace necesario repetirlo, lo expondré para darle el contenido a esta crónica: Carlos Amador Marchant Crespo. Tal como ustedes lo leen, así firmaba mis primeros artículos literarios aparecidos en 1974. Diarios para recordar: “La Defensa”, “La Concordia”, ambos de Arica-Chile.
Nana Gutiérrez, la antipoeta de esa misma ciudad, quien se atrevía a lanzar flechas y dardos a cuanta poeta apareciera: “Han de saber ustedes/que no hay nada más deplorable/nada más fastidioso/ que las señoritas poetisas/Estas señoritas han invadido el mundo/han invadido los círculos literarios/han hecho morir del corazón, a varios catedráticos./ ........ », fue la primera en gritarme por teléfono : ¡¡Acorta el nombre, hombre, acórtalo !!.
Decía, entre otras cosas, que ningún lector se acordaría del autor de tales escritos. Me pedía, por consiguiente, eliminar por lo menos un apellido o un nombre: ¡Hazlo de prisa !, gatillaba.
Largas noches estuve meditando sobre esto. Surgió la idea, entonces, de firmar como « Carlos Marchant », pero curiosamente por esos años un tipo con ese mismo nombre había sido detenido por robo (esto salió en la prensa). Aconteció este hecho un día que me ausenté de la universidad, y los malintencionados, los curiosos de siempre, pensaron que el ladrón pude haber sido yo. Razón más que fundamentada para olvidarme de esta opción. Además, al revisar la agenda telefónica logré percatarme que existían cientos de hombres con estas mismas señas.
Las horas siguieron y surgió el « Amador Marchant », pero no quise mancillar el sello de mi padre ni unirlo a la categoría de poeta. Él era un sastre, un honorable sastre. Cuento final, opté por fusionar dos nombres con el apellido paterno. De esta forma quedaba excluido el materno con millones de explicaciones a mi progenitora, quien logró entender la situación. Así firmo hasta estos días.
La Gutiérrez, obviamente, fue la primera en felicitarme. En los diarios vio un nuevo registro y con palabras retumbantes me dio a conocer su alegría por el teléfono : »¡Qué buen nombre, hombre, qué buen nombre !!!! », ametrallaba.
Sin embargo, todo no fue color de rosas.
Comencé a percatarme que el régimen imperante introducía registros con apellidos extranjeros en poesía, poetas que aparecieron, que dieron recitales y que nunca más se supo de ellos. Algo así como pequeños o grandes estafadores del arte. La idea era que la fuerza que ejercía la poesía, sus mismos exponentes, desaparecieran. No ocurrió así. No lo lograron. No se pudo. Los creadores se fueron a las peñas, a pequeños lugares de tertulias, se comunicaban por correo, crearon revistas, hasta formar la generación de ese tiempo, la del ochenta.
Entonces, y volviendo atrás con el tema, me percato que algo no funcionaba al exterior.
Si bien yo compartía con todos los poetas de la época (noches y hasta amanecidas con seviches y vino tinto), veo con nostalgia mi nombre extraviado en el entorno. Había conseguido un trabajo menor en la universidad, en la biblioteca del campus Saucache. El resto de los jóvenes creadores eran cesantes. Alguien me dijo por ahí: « nosotros estamos en las peñas, tú trabajas con salario mensual ». Muy cierto, aunque tampoco era correcto establecer una moda en donde todos los poetas estuvieran sin trabajo. La respuesta a este « fenómeno » vino al comenzar 1985. La CNI me detiene junto a otro vate y me lanzan a la calle al finalizar ese mismo año.
Mi nombre se unió a otros que aparecían en el concierto literario del norte : Muñoz (Mayo) ; Rojas (Walter) ; Ayala (Juvenal); Martínez (José); Faúndez (Florencio) ; Volantines (Arturo), pero el mío era (tal vez) el primero que salía a la palestra con la fusión de nombres. El tema, por lo demás, es que sonaba siútico. Muchos, sin conocerme, creo, también percibían esta especie de siutiquez.
Me lo confirmó una locutora de la radio Universidad del Norte en 1974.
Fui citado para ser entrevistado a las cuatro de la tarde de un lunes. Era un día importante para mí. Me gustaban las entrevistas. Ahora no tanto.
Unido a este placer de estar en los micrófonos, llegué media hora antes a la emisora. En esos días era yo un tipo delgadísimo, de aquéllos que se les salían los huesos por los codos, y al mismo tiempo de rostro y pómulos prominentes que eran tapados por una melena azabache que llegaba hasta los hombros. Gustaba usar camisas arremangadas y sueltas de la cintura. Es decir, todo un « gentleman » para la delicada audiencia del momento.
Establecido frente a la oficina de administración radial, se acerca la locutora y con asombro en sus ojos pregunta en qué podía servirme. Le respondí que había sido citado para una entrevista. Cuando le dí mi nombre, y puesto que sería ella la encargada de entrevistarme, pone cara de espanto y nada se guarda, como la típica fémina que lo quiere decir todo en segundos : « ¿Verdad que es usted ?. Pues me lo imaginé alto, corpulento, rubio », sin dejar de exponer una sonrisilla acelerada y nerviosa. Por mucho tiempo no pude descifrar si quiso alabarme u ofenderme. Sólo atiné a responder: « Es lo que hay »
Comprendí que « en cosas y casos de nombres hay mucho que escribir ».
Existen cientos de anécdotas sobre esto. Es decir, como dije anteriormente, no todo fue color de rosas.
Sin embargo, con el tiempo he llegado a querer este registro. Incluso, hasta el extremo si alguien me margina un nombre y pone, por ejemplo, « Carlos Marchant », soy capaz de excomulgarlo de estos territorios de camanchacas. Acaso, he gritado con leves sonrisas (guardando las proporciones, por cierto): « ¿Sería lo mismo si llamamos al Nobel de Literatura Juan Ramón Jiménez, como un común « Juan Jiménez » ?

(El autor del artículo en la década del 80)

Por el año 1992 visitó varias veces Arica un poeta que en la década del 70 había sido incorporado en las páginas de la importante Revista Tebaida. Estuvo en mi casa, caminamos por las calles de la legendaria ciudad desértica. Era un conversador impenitente y devorador de libros como quien no ha probado un bocado en meses. Pasaba de un tema a otro con su voz cantarina y nasal. Era pequeño y delgadísimo y a veces hasta enjuto. Nos percatamos un día que ambos habíamos nacido en Iquique y además teníamos el mismo signo en los bolsillos: sagitario. Por esos días yo conducía un programa radial de arte y en varias ocasiones lo llevé para entrevistarlo. El tiempo se hacía escaso con las anécdotas que pasaban desde la época universitaria, la generación del sesenta y las miradas hacia la poesía nortina. Era, sin duda, todo un personaje sapiencial, y al mismo tiempo alguien que estuvo sin trabajo décadas y décadas. Tebaida, la revista internacional, tuvo la sabiduría de seleccionar bien a quienes incluía en sus páginas.
Pero en materia de nombres, de apellidos, que es el tema que convoca a esta crónica, ha quedado en la historia literaria (poco conocida en el macro de la sociedad) uno de los pasajes de este poeta y su nombre.
En la Universidad del Norte de Antofagasta, cuando los aparatos represivos (1974) comenzaron a buscar a jóvenes intelectuales, muchos de ellos desaparecidos sin poder hasta la fecha encontrarse sus cuerpos, como es el caso del poeta Ariel Santibáñez , las hordas militares ingresaron a los pasillos, a las salas de la casa de estudios. Perseguían, entre otros, a un individuo supuestamente peligroso. Entonces gritaban por todos lados: ¡Buscamos a Guillermo Ross Murray! .Los estudiantes se parapetaban pero todos guardaron silencio. Los matones represivos perseguían (sin conocerlo) a un hombre alto y de presencia gringa, y como en medio de la turba no había nadie con estas características, Guillermo Ross-Murray, el mismísimo, se abrió paso frente a los ojos de los militares y se hizo a la calle.
Amigo entrañable de Ariel Santibáñez, no corrió ese mismo destino. Su estructura física citada anteriormente, lo salvó de las torturas y tal vez del desaparecimiento.
Ross Murray (1944) en estos días trabaja en una biblioteca del puerto iquiqueño y se ha transformado en todo un personaje regional. De intelectual, poeta y dramaturgo, hoy es un historiador capaz de guiar a los más recónditos sitios del puerto, señalando los pasos de la historia de la ciudad. Conoce la casa donde cenó el Presidente Balmaceda antes de iniciarse la Guerra Civil del 91, el nicho del único obrero del salitre sepultado, porque el resto, los casi tres mil fusilados, fueron lanzados a fosas comunes.


Triángulo


Voy quedando sin amigos
como mi madre
de años por vivir

Nada se puede
hacer; mirar
solamente
mirar.
(uno de los primeros poemas de Guillermo Ross Murray (1969-ediciones Mimbre)

Guillermo Ross Murray en la actualidad, en la Biblioteca Alonso de Ercilla.
(ajadas hojas interiores de la Revista Tebaida, donde aparecen poemas de Guillermo Ross Murray,en la década del 70)

El sociólogo Bernardo Guerrero dice de él: “Profesión poeta, Rut y domicilio desconocidos. No se fíe de sus apellidos, a la hora de conocerlo. Hágale caso mejor a la leyenda. Tiene sólo cien libros. Y cuando recibe otro (no es su hábito comprarlos) regala uno. El asunto es que su cábala es el número cien. Dicen que tiene un cuaderno con todos los chistes que se han hecho sobre los militares después del once. Para él todos son imbéciles que hay que desasnar. Todos los jueves escribe cartas que el día viernes echa al correo. Resistió estoicamente al mundo del trabajo. Hoy trabaja en la Biblioteca Alonso de Ercilla. Lee diarios antiguos y le pagan por eso. Un privilegio. Habita la bóveda donde se almacena la historia de Iquique. Tiene una concepción del tiempo inversamente proporcional al del neoliberalismo. Te detiene en cualquier esquina para monologar sobre lo humano y lo divino. Es el poeta eterno de Iquique. Una calle de la caleta-mall-puerto espera por su nombre. Esopo nació en Iquique y Guillermo Ross Murray, pena por él”.
Hay que agregar que casi siempre es jurado de eventos literarios de la zona y los estudiantes lo reclaman en sus charlas. Guillermo es un personaje.
La confusión o lo extraño que produce o lleva un nombre, son asuntos que dan para escribir sin parar.
En el campo del sur austral de Chile, en aquellas casas separadas por kilómetros, en la selva helada, un individuo se llamaba (se llama) John Stewars. Es un personaje que incluí en una de mis novelas inéditas y por corregir. Por años quise conocer al gringo porque se hablaba mucho de su sabiduría al montar los caballos. Un día, cuando dejó de llover, di rienda suelta a mis deseos. Llegué a una choza pobre y rodeada de musgos. Era, en todo caso, el sitio que me habían señalado. Antes de golpear el portón maltrecho de la vivienda, desde la parte trasera observé que se acercaba un hombre. Le grité que buscaba a John Stewars y no dijo nada hasta estar a unos centímetros de mi rostro. En medio de la tarde húmeda, me mostró su boca desdentada y su olor a tierra y animales. Vestía unas botas de goma y su camisa estaba desgarrada. Entonces, con su voz de campesino cordillerano y analfabeto, por fin dijo unas sílabas: “Soy yo…mande usted”.
Es decir, en cosa de nombres hay mucho papel en blanco. Los apellidos, sencillamente, a veces nos juegan una buena o mala pasada.


editor

viernes, 12 de noviembre de 2010

Rosa Silverio (República Dominicana-1978)


Un hombre sabe cómo partirte en dos


Un hombre sabe cómo partirte en dos
ha estudiado bien dónde hacer el corte
el lugar exacto en donde debe enterrar el cuchillo.
Sabe también que antes de desplumarte
debe retorcerte el cuello
calentar el agua
luego podrá guisarte con sus especias favoritas.
Un hombre conoce los trucos para ganar la partida
para quedarse con el botín
y huir sin dar explicaciones.
Siempre memoriza tus puntos cardinales
siempre te engatusa
te caza
te domestica
y luego te corta como una naranja
que reparte con presunción entre sus amigos.
Un hombre actúa como un dios
te trata como un pastel
y sabe cómo partirte en dos
sabe cómo hacerte infeliz
sí que lo sabe.


El crimen


Hoy se ha cometido un crimen
un cobertor protege al homicida
Los periódicos sólo han visto
la mancha entre mis dientes
No dijeron nada de la mano que apuntó a mi cabeza
de los fragmentos de cráneo esparcidos por la casa.

Mi alma ha enmudecido.
Mi corazón está cerrado.

Nunca imaginé algo tan horrendo.

¿Quién es la manzana, el gran reptil, la sombra bíblica?
Este crimen apesta demasiado.

Un pasado histórico pesa sobre mis hombros
Hay una mujer que ofrece para comer el fruto
otra voltea la cabeza y mira hacia atrás
sobre su hombro.

Debo ser responsable de algo
Algo debe caer en mi conciencia
(eso han escrito todos)

Miro al cielo
totalmente despejado
y pienso en el dios de los hombres
Dicen que ahora mismo me está mirando
Me lo imagino disfrutando de este juego
mientras yo echo mi último escupitajo.

Hoy se ha cometido un crimen
El homicida anda suelto
Por sus manos resbala la sangre de la víctima.

Mi alma muda… mi corazón cerrado.

Esta noche tiemblan todas las ventanas.



Hay que ponerle nombre a esta tristeza

Hay que ponerle un nombre a esta tristeza
hay que ponerle un corazón,
un ojo de gato o de serpiente,
hay que ponerle un vestido
tacones
maquillaje
y sacarla a pasear
emborracharla
y cogérsela en una esquina
o en un motel de mala muerte.
Hay que golpear a esta tristeza,
darle latigazos,
enseñarle quién manda,
amarrarla a un poste eléctrico
o deshojarla en una tarde de septiembre.
Hay que saber que el mundo
es una telaraña o una sombra ancha
dispuesta a devorarlo todo,
a tragárselo todo de una bocanada
o de un zarpazo.
Hay que entender que las cosas
tienen un lugar geográfico, un nombre,
una textura exacta y una forma
y que dentro de esas cosas
está desnuda y en silencio
la tristeza,
como una corriente de aire frío
o el mar cuando se han dormido las olas,
como un conuco solitario,
un rancho de tabaco a oscuras
o Matanzas a las cinco de la tarde.
Hay que saber que la tristeza existe
como existe la casa, la tacita de té,
el reloj, el árbol, los recuerdos
o la fotografía de mi abuela
con una blusa llena de pájaros blancos
y una mirada que me hace recordar
a todos los muertos que ha tenido que llorar
mi pobre abuela.
Hay que saber que la tristeza no sólo existe
sino que también tiene su espacio,
su rincón en el interior de cada cosa,
su propia coloratura, sus exigencias
e incluso sus horarios
y que a veces uno se cansa,
se harta de tanta mansedumbre,
de tumbarse en una cama,
de tomarse un frasco de pastillas,
de pensar en sogas, en puentes
o en desahogos sentimentales,
y de repente uno se levanta
y dice coño
y decide cambiar el orden del mundo,
ponerle un nombre a la tristeza,
etiquetarla,
mandarla a la mierda,
y seguir hacia delante,
siempre adelante,
como el que va en un tren
o en un motoconcho,
aunque el vacío siga en el lugar de siempre,
aunque nada sea como antes,
aunque el amanecer no sea luminoso,
aunque la tristeza jamás desaparezca.



La gran actriz


Sobre el escenario la gran actriz.
Delante de ella su público expectante.
La artista, consagrada en la materia,
gesticula, chilla, llora, infla el pecho y suspira.

Cada gesto exactamente calculado.
Cada movimiento en su justa medida.

Nada escapa de su control
Han dicho que nadie puede superar su técnica.

De repente su rostro pierde el color
y suavemente cae desmayada sobre las tablas.
El público la observa con la boca abierta
y le rinde una estruendosa ovación que retumba en el teatro.

Entre aplausos, bravos y pitidos
la gran actriz ha vuelto a triunfar.


Arma letal

Soy un arma de destrucción masiva
Habito el mal y el mal habita en mí
En mi interior se ha hecho de noche
no hay vuelta atrás
se han roto todos los espejos
el agua turbia yace en su estanque
Soy toda vértigo
un dolor que no cesa
un silencio, una huella que se borra
una carta cuya tinta desaparece
y con ella se lleva toda mi historia
Soy la que carga consigo los estigmas de la muerte
una paria, el pecado cometido a escondidas
A lo lejos escucho rezos en mi nombre
provenientes de viejas catedrales
Ninguna plegaria podrá salvarme
Ningún amor me rescatará de este infierno
Estoy prometida con el Diablo
desolada, hecha sombras
castigada por el látigo de Dios
En mi trayecto sólo hay barro y tormenta
No sé adónde dirigirme
Mi barca está perdida
mi corazón tiembla en este instante
siento el pérfido pinchazo de la aguja
Me voy, me estoy yendo
Llegó por fin la hora
de que toda mi angustia se desate.

Locura

Este animal que llevo dentro
que abre sus fauces
me muerde
se alimenta de mí
me enflaquece, me drena
ejerce su poder cuando le da la gana
y actúa como un dios sin consultarme
Este animal que llevo dentro
y que me rasga las paredes de la casa
desordena todas mis habitaciones
ha roto todos los floreros
ha triturado todos mis poemas
y se ha apropiado sin permiso de mi lecho
Este animal que llevo dentro
al que no puedo combatir con ningún arma
esta fiera que intento sacarme cada día
que es mi amante, mi sal y mi verdugo
en pocos años, estoy segura, terminará devorándome
y condenándome a la muerte.



editor

martes, 9 de noviembre de 2010

Poemas de Gonzalo Millán (1947-2006-Santiago-Chile)





Las cenizas de Gonzalo Millán

La Nación
(16 de octubre de 2006)
Ayer fue cremado el cuerpo del poeta Gonzalo Millán, quien falleció la madrugada del sábado a los 59 años debido a un cáncer terminal. Sus restos fueron velados en la Parroquia Nuestra Señora de la Merced y luego fueron incinerados en el crematorio del Cementerio General.
Acompañado por familiares, amigos y creadores como Raúl Zurita, Antonio Skármeta, Alejandro Zambra y Mauricio Redolés, el féretro fue sacado de la capilla entre los sones del poeta Antonio Machado que tan bien interpreta Serrat y fue trasladado a pie hasta el Cementerio.
Aquí lo despedimos con un poema de su autoría llamado “Testamento”:
Al fuego, mi único heredero // dejo mi noble cuerpo, y al viento albacea,
la dispersión de mis cenizas // Nada dejo a la tierra que invierte
la carne en sus entrañas // A la poesía lego la imagen póstuma de mi corazón martillando como un puño de brasa el refrigerador del infierno.



El paseo del sastre desnudo



Después de clavar esa aguja
con dos manos en la silla
y cerrar ojales y cortinas,
camino.
Puede que observe los vinos o el río
o doble bruscamente las esquinas
tratando de huir
del figurín oscuro que me sigue,
o puede que de pronto me detenga
y cierre mi único ojo y mi bordado
con un nudo negro sin más hilo.


De la ciudad
A mi padre, a los que permanecen.
A Sol, a los que están conmigo.

(fragmento)

1.
Amanece.
Se abre el poema.
Las aves abren las alas.
Las aves abren el pico.
Cantan los gallos.
Se abren las flores.
Se abren los ojos.
Los oídos se abren.
La ciudad despierta.
La ciudad se levanta.
Se abren llaves.
El agua corre.
Se abren navajas tijeras.
Corren pestillos cortinas.
Se abren puertas cartas.
Se abren diarios.
La herida se abre.
Sobre las aguas se levanta niebla.
Elevados edificios se levantan.
Las grúas levantan cosas de peso.
El cabrestante levanta el ancla.
Corren automóviles por las calles.
Los autobuses abarrotados corren.
Los autobuses se detienen.
Abren las tiendas de abarrotes.
Abren los grandes almacenes.
Corren los trenes.
Gonzalo Mi l lán Poemas 8
Corre la pluma.
Corre rápida la escritura.
Los bancos abren sus cajas de caudales.
Los clientes sacan depositan dinero.
El cieno forma depósitos.
El cieno se deposita en aguas estancadas.
Varios puentes cruzan el río.
Los trenes cruzan el puente.
El tren corre por los rieles.
El puente es de hierro.
Corre el tiempo.
Corre el viento.
Traquetean los trenes.
De las chimeneas sale humo.
Corren las aguas del río.
Corre agua sucia por las cloacas.
Las cloacas desembocan en el río.
Las gallinas cloquean.
Cloc cloc hacen las gallinas.
De la cloaca sale un huevo.
El río es hondo.
El río es ancho.
Los ríos tienen afluentes.
Los afluentes tienen cascadas.
Los afluentes desembocan en el río.
Las avenidas son anchas.
La calle desemboca en la avenida.
El río desemboca en el mar.
El mar es amplio.


18.

Se distrae mirando por la ventana.
La ventana cae a la calle.
La calle está desierta.
El agua cae a raudales.
Aquella casa es más grande que ésta.
Esta casa es más pequeña que aquélla.
Frente a la ventana está la iglesia.
En la iglesia hay una boda.
Es imprudente tocar campanas durante una tormenta.
La lluvia le caló todo el vestido.
El novio se caló hasta los huesos.
Fue un enlace feliz.


19.
Llueve a mares.
El agua hervida se agita.
El agua hierve a 100º.
El mar hierve.
El mar se agita.
Los torturados braman.
Brama el mar.
Brama el viento entre los árboles.
El mar se enfurece.
El mar azota las rocas.
Azotan a los detenidos.
Violentos vientos azotan la costa.
Se levantan olas majestuosas.
Las olas se encrespan con el viento.
En el mar se levanta una tromba.
La tromba gira.
Un rayo fulgura en el cielo.
Un hombre fue fulminado.
Los rayos culebrean.
Truena.
El trueno retumba.
El trueno acompaña al relámpago.
La leche se corta en tiempo de tormenta.
Se cortaron cables telefónicos.
Los huevos enhueran durante la tormenta.
Arrecia el viento.
El viento arrolla tarros de basura.
El rio está caudaloso.
Un automóvil arrolló a un peatón.
El hilo se arrolla en el carrete.
Los árboles abrigan del viento.
El viento retarda la marcha.
El regreso a la normalidad tarda.
Tarda el bus.
Los trenes se retrasan.
Gonzalo Mi l lán Poemas 31
Se desmorona ladera sobre la vía férrea.
Suspenden vuelos.
Los aviones se quedan en tierra.
El león ruge.
Ruge la tempestad.
Cae un rayo sobre el pararrayos.
El rayo raja la madera.
Cae un alud de piedras y lodo.
El transporte se atasca en los caminos.
El vendaval destecha.
El vendaval se lleva fonolitas.
Las fonolas y las planchas vuelan.
El viento y el agua hacen estragos.
La lluvia se cuela entre las tablas.
El viento se cuela.
La lluvia inunda las mediaguas.
Pozas se forman en las habitaciones.
Flotan las camas.
Se movilizan bomberos y policías.
Cuadrillas de cesantes palean.
El frío recrudece.
Recrudece la represión.
Llega embajador extraordinario.
Extreman la vigilancia.
Al enfermo le administran la extremaunción.
Crece impetuoso el río.
El río se sale de madre.
El río desborda por los campos.
Cubre de agua las regiones vecinas.
Se anegaron las huertas.
Se desbordó un tranque.
Los extramuros están inundados.





editor

lunes, 8 de noviembre de 2010

Mayo Muñoz (1951


Mayo Muñoz (Illapel-1951). Libros publicados: Alambradas Rotas (1981); 56 kilos de carne y hueso (1984); Para criar cantando (1987); Homenajes de poetas chilenos a Ernesto Che Guevara (1997); 25 poetas de Arica-Iquique (1998); Norteamar (2004). Funda en 1996 y preside la Sociedad de Escritores de Tarapacá y dirige la revista El Tabacazo. Ha sido citado en Diccionario de la Literatura chilena (Efraín Szmulewicz). Es licenciado en Educación.


ROSA DE FUEGO


En nuestro territorio
tenemos encendida
aún la rosa
y juramos
que ni siquiera
la mordedura del hambre
ni los húmedos ladrillos
podrán tapiarla para siempre
en el foso del silencio.


¿QUIÉN ES?

¿Quién se esconde
tras anteojos oscuros
y derriba mi puerta
en la alta noche
De qué se nos acusa ahora
si ya no tenemos heredad,
¿De qué?, si de poco el dolor
lo fue anegando todo.

¡Ah, pero en nuestra miseria
no permitiremos insolencias.
No estamos afiliados al partido.
Sólo somos partidarios
de la vida y la alegría
y no podrán acallarnos
a menos que.


Elementos vitales


Los nocturnos que construyen el pan
amasarán también la greda humilde
y el hombre
que fabrica estrellas en su fragua
colmará el aire de campanas,
porque pan y belleza
son elementos vitales,
caminan con el ser
desde la infancia
y le acompañan
en la profunda intimidad
de su esperanza.


Dame tu boca

Dame tu boca me dijiste
y nuestro corazón se pobló
con desgarrada mansedumbre.
Allí comprendimos que el amor
era también mirar a nuestro lado
y fue tanto el dolor desparramado
sobre esta tierra oscura.
Fue tanta lágrima salada
La que empapó nuestra conciencia
y nuestros huesos
que un soplo de viento repentino
borró nuestras pisadas
y nos puso de pie para el combate.



Entrad en esta casa


¡Entrad en esta casa!- ¡Qué importa si no es
tuya ni mía! Aquí como en la última morada
no cabe adiós ni pertenencias. Entrad, aquí
podéis guareceros de la mano que os persigue,
del hambre que os aprieta, de la pena que os
aflige. Bebed de este vino. Entrad por esta
arteria al río interminable que como cascada
no herida por el tiempo, nos recorre
y crece, levantando banderas,
desatando jubiloso el canto,
desbordando combates.
Entrad. Aquí
como
en la
última
morada
No cabe adiós ni pertenencias. Bebed.
¡Bebed y alegraos por otro día más de vida!




editor

Juan Cameron (Valparaíso-1947)



Juan Cameron (Valparaíso, 1947)



Caguash
A Renato Cárdenas

Llegaron en procesión sin espineles
ni chinguillo ni red desde el océano
un océano de jeans eran las aguas
y el diácono un micrófono en la isla

(Señor soy el infiel traigo estas velas
y ofrenda de colgar para tu manto)
El pato del festín el sacrificio
del cordero pascual fue en otra fiesta

Vinieron los boteros las gaviotas
el señor Arzobispo en avioneta
los cansados motores los turistas
el cardumen de Dios y las mochilas

Vaga la costumbre y el estadio
como un conejo en época de caza
en busca del amor ávido el lazo
atrapado entre las sombras de los fieles

Vinieron con antorchas en la noche
Yo me encendí con chicha de manzana.


Las islas



En Chinquihue ese país con nombre de pájaro
diluía la tarde de noviembre
entre la soledad una sonrisa

Los amantes florecían en el prado
ciegas piedras
exhibían sus torsos en la fría
y profunda sudestada

Húmeda soleada la eterna femenina
tres pasos adelante conducía
el silencio y la brisa

Sus huellas en los huiros
daban razón al agua y a las islas
que llevaba en sus ojos
con una dignidad de marejada

Como el sudeste iba

Chinquihue se extiende en la memoria
así el surco
de las aves fugadas junto al viento.



Adiós a septiembre



Yo esperaba que septiembre y sus idiotas días pasaran como un tranvía por las calles
Usted también y septiembre
bulliciosa lenta para perderse al fin por una esquina
camino hacia la cárcel de Lisboa
o en un accidente en Gotemburgo
o en la imagen de Santiago (1950) aún en la pupila
pero perderse al fin después de todo
Septiembre con sus cuatros y sus onces sus dieciochos diecinueves veintitantos
con el día del hijo y del cáliz brutal ya ni me acuerdo
Pero no
junto a Tomas Tranströmer me aparece procaz con esos ruidos
y esa Ophélia Queiros tan cabellera
Usted con su septiembre que estoy harto
pues ya espero en octubre y en noviembre
la llegada de enero y sus caballos.


Boulevard de los sueños perdidos

Edward Hooper sueña a una joven desnuda
como una espiga en la ladera
Su vista se detiene en una imagen
una casa en la loma con una gran ventana
alguien que baja a la derecha
para ocupar el sitio a su costado
y volverlo a su esquina sin demora

Yo soy libre yo no pedaleo
me gusta ver la premura de quienes bajan al trabajo o al estudio
o suben exactamente allí
Yo voy siempre en la misma dirección
como un reloj
con la corriente con las migraciones
nadie me ordena ni apresura

Ahora dibuja una mano aferrada a su hombro
pinta la luz del sol sobre los muros
a turistas dormidos frente a frente al desierto
A un magistrado
En la tierra que usted pisó no crecerá su memoria
Sus hechos serán olvidados como se olvida un duelo
Mas el pueblo que alguna vez viví
entre el sauce & la vergüenza de sus pasos
en boca estará del mundo
e irá junto a mi nombre cuando de usted
ya ni Cristo se acuerde.




Cuando muere un camarada
Difícil es hallar una cerveza en la noche de Lutero
Los boxeadores impiden la entrada a las discotecas
como si fuera el cielo o el infierno
Los siete círculos de la lluvia se burlan
en los árboles
El despertador es una bomba de tiempo
y los kioskos
cierran las piernas a los desesperados
Las hermosas pasean con luces de neón
como taxis por las avenidas
Los buenos muchachos duermen en la tierra
prometida sin premura ni sed
En los sueños boxean
Y el murmullo de las ruedas sobre el asfalto
semeja un arroyo
en el valle central
de un país olvidado que no existe.


David Fass ha muerto
Sobre un papel amarillo urdir con letra amarilla
significa
un trozo de pasado en el tintero es decir
década y más sobre la borra donde el tiempo
borra los signos
como quien traza la cancha después de jugada
la partida

porque toda partida es una palabra que parte
en dos el mundo
y toda palabra parte en dos el mundo
para quien la pronuncia
y también en dos el mundo para quien la escucha
y así palabra y palabra y cuchillada
entendemos las cosas

Decimos Los Angeles por ejemplo.


Peter Goblen
Para Alejandro Pérez, ahora

Todo lo he quemado
mis corpúsculos ardieron la mañana
mi corazón sino carne de perras & gusanos
La palabra se consumió a sí misma
de mi lengua nada queda
árbol sin sombra he recorrido
ceniza en la ceniza
Todo lo he quemado
sol no sal hubo en la quema
ni sirena ni odio
Encontrarán mis restos calcinados
en la cara oculta del cerebro.


Posmoderno
Se le dijo se le advirtió usted
ama demasiado sus antiguos amores
no se renueva
usted no conoce las Islas Esporádicas cree
en utopías en la reconstrucción
del Muro de Berlín
habla con la boca llena de los miserables
no baila al ritmo actual no se moderniza

Se le dijo
el mundo es un pañuelo la distancia
es el olvido deje
que los perros ladren la historia
vuelve a repetirse nosotros
somos los creativos síganos le nombraremos
director del cementerio concejal
en tierras conquistadas almirante
con globos de colores poeta en nuestras fiestas
Usted tiene condiciones de bufón
Le daremos tal vez un collar de diamantes
un hilo dorado un teléfono portátil

Deje a los muertos enterrados
deje a los vivos encerrados las abejas
liban en sus celdas mieles así almas el Purgatorio
Arrepiéntase ya se le dijo ya
se le advirtió llegará tarde al cielo quedan
pocas vacantes

Esta es la última llamada
Se le dijo al fin ya no te metas
ya no te mates tienes
48 horas
para salir
de aquí.



Hijo de sastre
Para Carlos Amador Marchant

Es cierto que ando roto
no soy un buen modelo para el género humano
mis costuras se abrieron como heridas de guerra
Con la tiza en el suelo dibujó mi silueta
su imagen semejante
Y nunca dio con hilo una puntada
y pasó más de un camello por su ojo de aguja
y no encontré su aguja en el pajar.




editor

sábado, 6 de noviembre de 2010

Walter Rojas Alvarez (Tocopillla-1958-Chile)


Walter Rojas Álvarez (Tocopilla-Chile-1958)


TODA HISTORIA ES REDONDA COMO LA TIERRA...

Primera escena

Cuesta arriba subiendo el cerro Barón raja de curaos como tabla iban el loco rimbaud el cholo y el mismísimo conejo maldito atravesando impertérritos y locuaces la chascona noche porteña sin diasepan alguno para no alterar las visiones por parir deben haber sido como las 4 a.m. ya que el cielo era un gran chaleco negro de la Ligua sin ninguna estrella ninguna en el oceánico firmamento de la desesperación y la angustia Y las putas de siempre almas gemelas del errante retorno del trasnoche travesti rondando una vez más en calzoncillos el polvoriento bulevar de los sueños rotos borrachos de nomeolvides y guitarras ciegas de amor en la triste esquina del boliche el obsceno pájaro de la noche donde el cholo se lanza feroz meada toda en nombre de la poesía toda mientras el conejo maldito se pone a cantar a todo chancho la canción de los buenos borrachos en esas mismas calles que anduvo el gonzalo el poeta del falo y el mismísimo patas negras del neftalí reyes pero como en alicia en el país de la antipoesía todo cambia hermano todo cambia y las luces de neón son remplazadas por luminosos atractivos incendios al patrimonio cultural de la demagogia y los poetas porteños donde andarán con sus faroles de luciérnagas oceánicas y las niñas que besan y se van AMO EL AMOR SIN CALZON DE LAS NIÑAS QUE BESAN Y SE VAN chorreando solitas como helado que se derrite entre languetazos de arriba hacia debajo de abajo hacia arriba ya que en cada puerto una traición espera las colegialas besan y se van mientras tantos bajo el amparo de la noche cruel el conejo maldito se masturba públicamente secando la última botella de ron piratas y se manda ni que graffiti en la esquina del bulevar de los sueños rotos.


Segunda escena


La juani enferma de volá se baja los calzones pà echar la inmensa ni que mea debajo del poste de la luz que no alumbra ni la esquina de los corazones rojos ni el corazón de esta demogracia congelada en la medida de lo posible entonces ella se abriga calle abajo se desliza caracol calle abajo por si salen unas monedas cachai calle abajo como babosa entumecida esperando encontrar algo parecido a un crucifico o un pedazo de tabla rota pá aferrarse por la virgen maría pá no naufragar no naufragar en el infierno de la globalización you tu arroa Hotmailputocom.


Tercera escena


Lo tiene loco la pasta base chiquillos
Lo tiene loco el culo de la negra mi amorcito
Allá en los baldios de los paraísos artificiales
La volá es sin calzón hermanito.





Sin Título o la nueva novísima


“La realidad sólo es la base, pero es la base”.
(Juan Luís Martínez)



Dejen en paz las bolsitas de té Supremo
Las fotocopias de imaginarios certificados literarios
Las manchas de tinta en trasnochadas servilletas de papel
Los recortes de fotos y otros cachureos caseros publicados
En celosas cajas de cartón piedra

Dejen tranquilo el pasado Dadá
No nombremos más a Altazor
Dejen en paz a la Mandrágora
Dejen en paz los artefactos de Parra
Dejen descansar tranquilo a Juan de Dios Martínez
Y la Nueva Novela de Bolaño
Dejen en paz también al Claudio Bertoni
Con sus cochayuyos y sus juveniles culos tan necesarios
En la paz de la nueva la novísima poesía chilena
Cierto que sí HH

Aleluya hermanos,
Alabado sea el pulento.






LA WEB



La web de las vanguardias de las vanguardias
ParraTrilce@LosGemidosrunrúnsefuepàlnorte.com
Así que,
Sigamos besándonos fugándonos el uno en el otro
Y el otro en el uno y de antología en antología
Y de página en página puesto que este poema
Dice lo que dice sin decir lo que no dice diciendo
Amén.





ESCRITO CON SAÑA



Ojeroso
Mal parido
Mal hablado
Con la soledad del cactus en los ojos
Aborto la escritura el poema
Y escribo con saña con sangre en el ojo
Estas mutiladas putas líneas de nadie
Y aborto estos malísimos inútiles versos
De toda antología chilena.


BIOGRAFIA



Analfabeto
Igual que el padre del padre de mi padre
Navego lento amorfo navego entre la memoria
Y la página en blanco

Analfabeto y marginal de toda escritura
Me sobrevivo preñado en poesía
Igual que el padre del padre de mi padre.


PERDONEN LA URGENCIA DIAGUITA


A decir verdad ebrio de trementina y peyote
Caminé muchas veces el mar empetrolado de Arica
Y nunca la encontré en ninguna playa ninguna

Pero si en alguna esquina de la palabra
Te encuentras con Carlos Amador Marchant
Pregúntale por su perfil que da al desierto de los milagros
El te dirá sin pelos en la lengua como era su voz de cactus nortino
Puesto que estoy hablando en luna llena de la Nana Gutiérrez
Perdonen la urgencia diaguita
Okey.

DEL OCIO NATURAL


Es una fría mañana de agosto
Y navego en la Web en ociosa lentitud
De querer perder el tiempo y que el tiempo se pierda
Al final de este verso mal parido

Y como no sé inglés no leo poetas de Nueva York
Sólo me quedo reincidentemente leyendo a los poeta peruanos
Y me quedo contemplando a través de la ventana el dulce verdor
De la pachamama fumando un último cigarro al final de este verso de nadie.



editor

Poemas de Oliver Welden (Santiago-1946)



Poemas de Oliver Welden


ADVERTENCIA


Ërase un hombre solo,
demasiado solo;
cuando sentado en el baño
dejaba correr el agua
para escuchar su sonido;
En su oficina de correos dialogaba
con las cartas y en sueños
visitaba a los destinatarios. Falleció
la primavera recién pasada:
al cajón le ajustaron las manillas por dentro
para que esa mañana
se condujera solo al cementerio.





Solitario serrallo en prosa para una mujer de caderas andinas



Te veo en una fotografía del busto para arriba, en blanco y negro,
mirándome fijo, con el Océano Pacífico al fondo y el manchón
borroso,
justo sobre el horizonte, allá lejos, a tu derecha y a tus espaldas,
del pelícano que en ese momento preciso pasó volando con su
inmenso pico.
Y tu cabello peinado por el viento de Tarapacá y tu brevísima camisa
de vuelos amarillos sobre tus senos redondos y veo tu boca.
Levemente morena la piel contra el bordón blanco de la espuma del
mar
y tus ojos quietos -siempre tus ojos- negros y húmedos como la uva
negra
de donde vino mi vino Pintatani. Era roja tu falda, una cuarta
sobre la rodilla, chupando todo el fuego del sol: y no tenías traje de
baño
debajo ni calzón ni nada en esa soledad de agua y de sal y arena
y de cielo azul, en el Norte de Chile, donde entre Antofagasta y
Arica te amé
sobre la arena y en el agua, años y años amándote en las alturas de
Parinacota y Toconao
-en las alturas cimas de tus pezones chilenos- y en la profundidad
estrecha
de tu bajo vientre latinoamericano, en la fosa marina continental,
placa tectónica llena de mariscos, moluscos, jaibas, erizos y conchas
vivas:
ambos con los dedos de los pies y los talones cavados en la playa.
Y me miras todavía desde una fotografía que yo tomé hace más de una
vida.



Lo que aquí ves construido

Todo lo que aquí ves construido, el cimiento de cemento y sobre él la
casa,
fue armado con medidas de amor y tiempo, pero hoy aparecen los
candados
con sus llaves perdidas, las puertas descuadradas, el polvo y las
cadenas,
confundiéndolo todo, los papeles y las ropas, los zapatos cambiados,
el alimento frío y nada se escapa al desorden: los vasos sucios,
el vino destapado, el pan cubierto de moscas y la casa entera
que levemente tiembla con el sordo rumor del abandono.
Gira el día de la mañana a la tarde y de la tarde a la noche y con el
giro
la luz se desplaza de los libros en las repisas a las ollas en la cocina,
del piso al cielo raso, del suelo al tejado, del techo al aire,
para que una sombra caiga de golpe y pesada, al igual que este amor
oscuro
que hoy te hace desaparecer llevándote todas mis palabras.



Tu gran estómago de bebedor viejo


Tu gran estómago de bebedor viejo reluce esta noche
como una bola cubierta de oscuros pelos.
Por la radio se escucha la música de la película Zorba
y es muy tarde para recordar el nombre de pila de Teodorakis
mientras tu mano hace miriñaques con el filo de la navaja.
Qué disculpa te darás cuando amanezca?
Por ahora son tuyos los sueños de los luminosos bebedores
y también a no dudarlo eres cada vez más distante.
La cena que te has servido será repetida te lo prometes
pero tal vez en qué otra circunstancia menos lenta que ésta.
Mañana recogerás la cuchara el único plasto sucio la copa
Y descubrirás su fondo marcado sobre la tersura del mantel.


Cuestión de tiempo

Retornas apoderándote de mis viejos calcetines y es
firme tu asidero en el diseño de la lana.
En cuestión de horas ya tienes revisados mis hábitos
de siempre, el ínfimo itinerario de mis cosas
diarias y con todo has decidido castigarme poniéndome
en los ojos tus ácidos sostenes. Yo castigo
es el verbo que conjugas de memoria: tú me castigas
y haces otra vez girar el tiempo para detenernos a mirar
tal vez cualquier puesta de sol,
sin saber a ciencia cierta quien naufraga o quien devora.



Lo que dicen tus manos

No alcanzo a medir lo que dicen tus manos
pegadas a la ventana del autobús que parte:
si un adiós a la luz de la velocidad del camino
o la señal de que me tocas a través del vidrio:
es el ritmo del motor lo único que me llega.
Y así nos vamos de ida y de regreso,
sin que nada otra vez quede de esta nueva partida,
sólo la imagen de tus manos.


Oliver Welden: Santiago de Chile,1946. Autor de: Anhista (Santiago, 1965); Perro del Amor (Antofagasta, 1970); Fábulas Ocultas (Lar, 2006); Oscura palabra (2009, edición personal). Mantiene inéditos: Corazón de la Sangre, Testimonio del Escriba, El Libro de Eugenia. Poeta de larga trayectoria en las letras nacionales. Mantuvo treinta años de silencio viviendo en Estados Unidos. Hoy radica en España y Suecia, simultáneamente. Junto a Alicia Galaz, dieron vida a Tebaida, una de las revistas literarias más importantes, junto a Trilce y Arúspice, del concierto literario chileno de las décadas 60 y 70.


editor

viernes, 5 de noviembre de 2010

Poesía de Alicia Galaz (poeta de Valparaíso- Chile, fallecida en 2003 en EE.UU.)



JAULA GRUESA PARA EL ANIMAL HEMBRA

Ediciones Mimbre Tebaida 1972- Arica- Chile




PAVANA

…”Nos iluminó hasta oscurecernos”


Me das a beber del caño con tus manos
como iluminado en el rito de sembrar la verdad,
en tanto ensayamos las formas crecientes del deseo
que me erige en hembrarreina.
Registro los ruidos de la habitación,
el regodeo del gato sobre la silla
junto al diario que habíamos comenzado a leer
y el mar ahora
como una garza crestada de blanco y rojo
confunde su ruido con el canto del gallo de mi vecina.
La voz salpica las paredes.
Yo cojo tu estambre rojo entre mis yemas,
tú deslizas tus dedos por mis dos hongos
y alimentándonos cércote como loba
para aquellas transgresiones perversas que practicamos
entre los pequeños bastiones de la intimidad.
Y eres mi padre y eres mi hijo
y eres el perro hambriento que yo esclava esclavizo
y sucumbe con mi lengua por la punta de tu nariz.
Otra vez loba me haces y cordera,
perro hambriento nuevamente y corderillo,
mamón eres por ciencia de ungimiento
al aviso de mi tráquea gutural.
Son un río de crecida el deseo y la ternura,
los puentes ceden, braceo hacia arriba y tú me inundas.
Lanzamos la piedra al agua que nos traspasa.
desde el pecho a las orejas,
como ahora hace más de veinte años.



HEMBRIMASOQUISMO

“Quiero que sepas
una cosa.
Tú sabes cómo es esto..”


Clasificada nazco como mujer.
Eterna esposa entre ollas, platos, calcetines,
escobas, cocinas, papillas y cedazos.
Río en mi apostolado de sábanas.
Aséptica rechazo ambigüedades;
defiendo el-legado-del- espíritu,
mientras exorcizo el presupuesto.
Funcionaria del tiempo distribuyo los mil y un días
en flagrantes compromisos, cumpleaños y bautizos.
Toda una red de conductas hidrópicas, purgativas.
La soledad me marca en las ferias y en las plazas.
En el instinto me refugio.
Me controlan la matriz.
Me postergan, me limitan, dosifican la ternura
y las palabras.
Planeamiento de alto nivel condicionan mis esquemas.
Sobre el parir o no parir
hablan.
Ponen odio y miedo.
Me lanzan por el rostro las leyes, la religión
o las costumbres.
Y a ti que te sonríes, te borraré del Paraíso.



“Os voy a contar todo lo que me pasa”



AUTORREFERENCIAS

“La verdad buena o la verdad mala”


Pláceme llegar a mis dulces calcetines
y zapatos de descanso.
Prohíbo las bullas alternancias del mujerío
entre platos, ropas, centauros las bateas.
La contingente bebida trago en el bar.
A la cantina de don Timo o al billar me acerco;
me sube así la embriaguez al buche misterioso.
Interminablemente hago proyectos para mejorar el país
o mi circunstancia de carambolero profesional
en el arte de lucir este cuello y corbata,
ajustada siempre al paso rimbombante de toda ondulancia
de pechos y caderas.
Me enredo en la cartelera del porno-shop a todo color,
mientras no quiero pensar qué hizo mi mujer
con su último embarazo:
los fetos cuelgan como crueles pensamientos.
Sigo enamorado de la vida.
Héroe soy de historias no vividas.
A mi regreso me verán esquivar mi sombra ya gastada,
respirar hondo,
meter la llave en la cerradura:
miro más alto de las ollas y platos y ropas,
del secador y los pañales.
La boleta del arriendo yace blanca, petrificada en la consola.




SOLUCIONES

“no sabía vivir sino esconderme…”

Reptas, te nutres, llegas sin color.

Te pones a sacar cuentas en una bitácora de otro tiempo
y señalas itinerarios,
emociones frecuentadas:
hasta los pares de zapatos comprados a tus hijos
te parecen pasos que nunca llegaron a ninguna parte.
Se proyectan ahora en la pared de este cuarto alquilado.

Adoptas entonces el empaque de togado funcionario
con la solemnidad de alguien
que no quiere morir.
Así cuentas historias muy antiguas
y en la noche auscultas tu propio latido,
descifrando el vacío en las manos.

Escuchas bien tu clase de hambre
que cierra
con desconocida llave
el aposento ése que intentabas habitar.
Reeditas los mitos para vivir,
pero descubres que tu rostro ha sido borrado por la lluvia.





PERSISTENCIA DEL SUBDESARROLLO

“No es sólo un hombre….”


Te llamas jefe de hogar y ya son varios
los que has dejado, con los hijos
mirando la puerta.
El sol te abre caminos,
pero arrinconado autómata juegas cacho
con el compadre en la cantina,
haciendo brindis de papel hasta el último centavo.
Arrimada a las artesas, con sus pechos secos
y abortos sucesivos,
tu mujer para la olla.
En el portón de la fábrica, sin juventud,
aguarda con la olleta de pancutras, días tras día,
el pito definitivo de las doce.
Ayer no más decía, tengo dieciocho años..
Regüeldas con deleite al ver mujer ajena,
asado o remolienda,
en tanto a solas con el frío
y el agua de la lluvia entrando en las fonolas,
ella sopla la vela en la mitad de la noche
como una tregua que acalla el hambre con el sueño.
A duermevela, de sobresalto armados,
tus hijos se defienden de invisibles fantasmas,
cuando de golpe emerges en la puerta
tratando de tocarte para saber si estás vivo.



TU NOMBRE EN LAS PLANILLAS BUSCO

“Ya se murió y no hallo a quién decirle..”


De día, de madrugada, de sobretiempo,
de polvo armada la veía sentarse cerca del suelo
con el frío algo turbio de las muletas en la puerta.
Reía llamándome a jugar.
Sus pocos años la salvaban.
Tiempo hace que en los estuarios del sueño,
vaciando su olimpo blanco,
la vi de negro,
las ojeras de vidrio,
entrando a la fábrica de perlina y radiolina envasadora.
Cojeábamos todos al entornar tú esa puerta de fierro.
La silicosis, hidra trasnochada,
metiéndose en la rueda del molino,
las aspas de tu muleta,
remolienda de la pobreza
en horarios fijos.
Todavía vienes haciendo esa venia reverencia,
hacia la derecha,
más a la derecha, izquierda, derecha,
con la muleta más crecida.
Rompe, rompe, rompe las aspas
de tu pobreza
o acomódala, tu muleta, de día, de madrugada,
de sobretiempo, otra vez con el frío algo turbio
del último turno en horarios fijos.




MI MADRE ME TORTURA EN LA PUNTA DE LA SILLA


“Yo recuerdo en mi infancia…”


Mi madre me tortura en la punta de la silla
los sábados a la hora de visita;
los pies juntos en casa de la amiga,
sin moverme y no se moleste muchas gracias
mientras mi hermano trepa escalas,
saca frutas, se raja el pantalón con el gran siete
de la victoria en su primera independencia,
al regresar libre de nosotras, 30 metros adelante.
Me colocan cintas, me complican los vestidos,
sobre el andar y los modales
dictan cátedra las abuelas, las tías,
las vecinas y parientes que reiteran los peligros
de las relaciones prematuras.
Hablan de ser madre y buena esposa,
de ventajosos matrimonios escucho asertos perentorios:
si luego la niña no se casa
es mejor que siga una carrera, pero corta.
La honra familiar se cuida y pasiva recibo los consejos
sobre el matrimonio nuevamente
y corro hacia mi madre, de la virginidad,
voy a mis amigos, de la moral, de casamientos
y bautizos, protocolo y ceremonias,
los buenos maridos, respeto y conveniencias.
Mi padre llega hasta la mesa y tejo entonces fantasías
sobre mi madre comedida que le lleva su café.






editor

jueves, 4 de noviembre de 2010

Después del norte de Chile, al sur, este u oeste del mundo


editor

SOBRE BALLENAS Y UN LIBRO


SOBRE BALLENAS Y UN LIBRO
Escribe Carlos Amador Marchant


No fue ayer sino hoy que caminé por la orilla del océano, por encima de roquedales, entremedio de algas. La idea era clara y sencilla: en la mente retornar a la vida a las miles de ballenas “asesinadas” por la mano del hombre.
Esto, además, porque me encontré en mi desordenada biblioteca con un libro editado hace bastante tiempo (1992) por la Colección Centenario. Se trata de “Mundo del fin del mundo”, del chileno Luis Sepúlveda (1949).
En el prólogo de esta obra, el Premio Nacional de Literatura Francisco Coloane expone que la misma “involucra seriedad y bello tratamiento del problema ecológico y preservación del medio ambiente, más ahora que los países se reúnen para ponerse de acuerdo en un Tratado Antártico que proteja la naturaleza de esa zona del mundo, prohibiendo las prospecciones mineras durante cincuenta años”.
El libro en cuestión fue escrito por Sepúlveda en 1989 y es el cuarto texto que editaba por la época este chileno que hoy por hoy es catalogado como uno de los excelentes narradores de habla castellana.
Impacta en esta obra el amplio conocimiento del autor sobre los mares australes, la descripción y el detalle de aquellos parajes inhóspitos y la cruda realidad que en estos días se sigue viviendo sobre el exterminio sistemático de la ballena.
Sepúlveda, al mismo tiempo, militó en Greenpeace en la década del 80, lo que le valió participar en varias campañas en favor de esta especie.
El autor en este trabajo deja en evidencia las maniobras de buques que desobedecen las leyes marítimas y la forma más cruel y estilos de avasallar a estos cetáceos. Pero no sólo esto, también trae al presente un pasado tétrico, graficando la diabólica mano de extranjeros que poblaron las zonas australes, aquellos colonos que mataron a mansalva de ser condenados, a onas, yaganes, alacalufes.
Pensando precisamente en el tema de las ballenas, salí un fin de semana a la localidad de Quintay en la Quinta Región de Chile. La idea era estar parado en los cimientos, ahora transformados en museo, de la ballenera que existió allí hasta el año 1967.
Se trata de un museo en ciernes y que es visitado por turistas que quieren saber un poco más de esa historia triste en el camino de los hombres.
La ballenera de Quintay fue construida por la empresa Indus en 1947 y viene siendo una de las más grandes que operó a lo largo del territorio. Se trató de un trabajo minucioso y riguroso en donde participaron mineros de la localidad de Los Andes en el relleno y la unificación de algunos islotes. Después de cerrar sus puertas, en el año 1967, una vez que Chile firma el tratado que prohibía el exterminio del cetáceo, tras 43 años, aún podemos ver las manchas de sangre en las rocas, sangre ahora transformada en cúmulos negros que quedarán eternos.
Pues bien, este libro de Luis Sepúlveda, me indujo, me provocó, por su temática, el deseo de caminar por todos los rincones de esa ballenera, por aquellas construcciones de cemento duro donde circulaban más de 700 hombres en diversas jornadas, y que permitía que ésta no apagara sus luces durante las 24 horas del día.
Caminé por las bodegas amplias e imaginé aquellas escenas desgarradoras por donde circulaba la sangre como río. Está todo intacto, sólo que un poco más allá comienzan a instalarse otras dependencias para asuntos de investigaciones. Cuentan quienes vivieron la época, quienes trabajaron en esas faenas, que el olor en Quintay era nauseabundo, inaguantable, producto de las ballenas que flotaban en la rada esperando ser ingresadas para el proceso de descuartizamiento.
Frente a este mismo reducto navegaban por ese entonces alrededor de ocho embarcaciones que perseguían y ubicaban a estos mamíferos hasta atraparlos. Usaban arpones unidos a cañones. Cuando el arpón se introducía en el cuerpo del cetáceo, reventaba una especie de granada que lo mataba instantáneamente.
Cada uno de estos barcos tenía autorización para cazar 16 ballenas diarias, alcanzando en los mejores tiempos, una cantidad de 30 especies capturadas y faenadas. El modo de matarlas era impresionante y a la vez escalofriante.
Cuando el cetáceo estaba muerto, mediante tubos le inyectaban aire comprimido para que lograra flotar en las aguas hasta ser transportado al vergonzoso reducto de la sangre.
Llegaban a ser tantas las especies muertas que flotaban en el mar, que el hedor se impregnaba en todos los rincones de la bahía. Esto mismo me recuerda al Iquique de la década del 60, con la putrefacción impregnada en los ropajes las 24 horas del día, donde las mujeres, incluso, no podían sentirse mujeres por la hediondez a pescados descompuestos, producto de las industrias de ese rubro.
La caleta de pescadores de Quintay no creció mucho mientras se explotaba este producto, puesto que la mano de obra escasamente llegó a sus moradores.
Muy por el contrario, la mano del hombre, la depredación y la inconsciencia, estuvo a punto de exterminar el recurso ballena. Hoy, mediante tratados internacionales se busca recuperar la especie. Pero es una tarea larga, debido a que los residuos industriales que llegan al mar disminuyen su fertilidad.
De acuerdo a algunas investigaciones, el producto ballena del cual se podía hacer una serie de derivados, ha sido sustituido por un arbusto proveniente de México.
Al paso del tiempo, por otra parte, desde hace unos ocho años, tímidamente comienzan a verse parejas de ballenas por las costas de Quintay.
Miran desde lejos. Observan, parecen observar el reducto de los lamentos, como recordando lo que vivieron sus antecesoras.
Es todo ahora un panorama distinto. Hay un mar limpio. Pero quedan los recuerdos.
Y precisamente el libro de Luis Sepúlveda, hizo ponernos en alerta para que estas atrocidades no sigan ocurriendo en las costas del mundo.



editor

El gallo y las miserias que se impregnan con el coronel


El gallo y las miserias que se impregnan con el coronel
Escribe Carlos Amador Marchant


Es precisamente la ascesis la que aflora en los momentos más desesperantes o desesperanzadores, cuando se aproxima algo que no estaba en tu libreto, cuando estás frente al precipicio; sencillamente cuando las puertas se cierran en tus narices mil veces y lo que se ve a la distancia no es más que barro, piedras, o sequedad de la sequedad, seca, y con mayúscula, en el mismo desierto.
No puedo creer que un libro escrito cuando yo apenas cumplía dos años de edad, fechado en Paris en 1957, y que he tenido en mi poder y hojeado por más de cinco veces, me vuelva a remecer hasta las vísceras.
Y es que esto tiene calidad de repetición. ¿Acaso la vida no es circunvolución?. Los padecimientos actuales del hombre han de ser, por cierto, los padecimientos del pasado, sin siquiera, incluso, guardar las proporciones. Hablamos del mismo tema, con el mismo lenguaje, porque la palabra real es la misma de siempre: “padecimiento”.
Permítanme, antes de continuar, entrar a una breve reflexión: “En estos momentos que Chile celebra su fiesta patria (sin s) con el llamado ahora bicentenario, a quienes no están o se sienten alejados del padecimiento de la cesantía, la hambruna y la usurpación, habrá que recordarles que hay otros que sí la están sufriendo y, por respeto a ellos, se deberá pensar que la verdadera “celebración” tendrá que ser cuando en este largo y angosto planeta chilensis se acabe, definitivamente, la hipocresía, el robo, la mentira”.
Vuelvo a mi redil temático.
Gabriel García Márquez cuando culminó “El coronel no tiene quien le escriba” estaba en Paris como corresponsal de prensa. Eran los años de penurias para el Nobel, el infortunio de ser rechazado primariamente en varias editoras. Pero hablar de él es llenar páginas y páginas. Ya todos quienes han seguido la obra de este prolífico autor colombiano, sabrán al mismo tiempo de sus logros a temprana edad y los miles y miles de libros vendidos una vez que logra el reconocimiento pleno.
Me preocupa, en cambio, el tema del gallo. Este gallo que viene siendo el símbolo más bien de la “esperanza” casi irreal y vergonzosa en la que caemos los hombres cuando vemos trancas y candados en todos los sitios. La imagen, esta misma, que al paso de muchos años, cuando ya han transitado demasiadas aguas por debajo de los puentes, se agiganta más y se analiza luego en su contexto.
Me interesa, repito, el tema del gallo.
García Márquez, vivió luego del matrimonio de sus padres, varios años junto a sus abuelos maternos. De ahí se fue gestando mucha influencia de vida, temas, costumbres, que irían fortaleciendo su trabajo creativo hasta hacerlo poderoso.
Pero he citado dos veces al gallo, y es precisamente a éste al que veo en todas las ocasiones en que he leído este libro, amarrada una de sus patas a los maderos de una silla. La pobreza asfixiante, la vejez que se mete a raudales en el cuerpo del coronel y de su mujer asmática. El no tener nada para alimentarse y vivir pensando en ilusiones vanas, esperando una carta, una miserable carta que anuncie el paso definitivo a una pensión prometida y pisoteada en el tiempo. Y los años que van pasando junto al deterioro de una casa humilde, el no tener ya nada que vender porque se ha vendido todo.
Hace unas semanas, dialogando con un poeta de la zona, le manifesté que, curiosamente, al margen de haber vivido muchas miserias junto a mi pueblo nortino, con sus banderas negras de cesantía en la segunda mitad del siglo veinte, donde en más de una ocasión usamos (todos) aquellos zapatos de plásticos negros que dejaban unas manchas horrendas en la piel, me cuesta hacer (le dije) narrativa respecto a este tema que no se traduzca, finalmente, en risotadas constantes. Le seguí comentando los pormenores donde en más de tres ocasiones me tocó atravesar el desierto con esos mismísimos zapatos, y que al caminar más de tres kilómetros sobre peñascos, piedrecillas, tierra seca y sol quemante, los endiablados se iban derritiendo haciendo incrustar las piedras a la planta de los pies. Maldije por largos años al inventor de esos calzados miserables que, además, dejaban un hedor inaguantable al sacárselos. Ni hablar de los profesores de la época que llegaban a sus salas de clases luciendo camisas arrugadas y cuellos casi rotos. El más pobre usaba pantalones de una tela que a leguas denotaba ser de pésima calidad, arrugados en los costados del trasero y con unas bolsas deplorables en la parte de los testículos. Por esos años era la moda o la imposición por la miseria, comprar un octavo de aceite, un paquetito más pequeño que una mano, de azúcar. Es decir, las monedas escasas no permitían las opulencias. Finalmente, con cara de interrogación, le dije al poeta (pícaramente) que si era normal reírse tardíamente de la miseria sufrida, o si realmente estaba volcado a lo psiquiátrico. El hombre me miró desde la distancia del comedor, no me dijo nada, pero lanzó una furibunda carcajada que al final compartimos.
García Márquez narra muy bien la pobreza, pero no sólo ésta, sino la que está unida al abandono, a la humillación.
El gallo, el famoso gallo, me sigue penando en esa ínfima obra.
En la televisión chilena vemos otro tipo de pobreza casi unida al estrago. Desde programas conducidos por abogadas y en donde las querellantes llegan hasta a agarrarse a combo limpio frente a los televidentes, con palabras y palabrotas inaguantables. Aquí vemos asuntos de herencias mínimas, indecorosas, mujeres con problemas de alcoholismo, otras metidas en el vicio de los juegos de dinero que pululan en los almacenes de barrios, jóvenes, jovencitas embarazadas en dos o tres ocasiones.
Hay otros espacios en la televisión donde muestran a policías uniformados haciendo redadas en las poblaciones. Imágenes patéticas de violencia entre vecinos de un mismo sector. Ayer veíamos a tres mujeres enfurecidas como tigres tratando de golpear a otra en plena calle. Nunca se sabe cuáles son los motivos, porque a veces no delatan. Pero me pregunto si esas mujeres, o esos hombres (cualquiera sea el caso), ¿pueden volver luego a sus sitios donde habitan, donde impera la ley del más fuerte?.
Gabriel García Márquez, en cambio, muestra esta otra miseria, la miseria pasiva, la hambruna pasiva, donde se confunde la desesperación del no tener nada para alimentarse, del no saber de dónde saldrá un misérrimo billete que permita comprar algo para el estómago, del tratar de vender algo, los trastos que te quedan en la casa y nadie compra. Donde se entrelaza el orgullo a que la gente no se percate que estás en ruina, donde los días no son días porque se escapan como agua de las manos, donde los años ya no son años, sino puñados de nada esperando un aviso de pensión que nunca llega.
Tenía dos años cuando lo escribió el Nobel colombiano. Sigo pensando que los creadores natos conocen de la vida y la transmiten con elocuencia a sus lectores. Yo veo, percibo acá la desesperación, la pasividad de una mujer capaz de esperar por más de treinta lustros que se produzca un milagro, el milagro que nunca llega desde alguien que ya ha envejecido, que no tiene fuerzas para sortear la vida. Queda, entonces, nada más que aferrarse a la mentira piadosa o a un salvataje del santo padre que nunca aparece.
Pues bien, como la pensión es nebulosa, queda este otro milagro del gallo, de nuevo el gallo, el que podría ganar una pelea en un mes más, el que podría dar la posibilidad de alimentarse por tres años con el dinero de los apostadores. Y frente a este panorama, donde ya no se puede seguir pensando en que llegará la maldita carta, el gallo, el gallo, el pobre gallo, viene siendo la última esperanza. Pero la mujer, la aguantadora, la pasiva, la vehemente a veces, la que ve más allá de los allá, se levanta en el momento preciso para dejar las cosas claras sobre la mesa y pregunta:
”No se te ha ocurrido que el gallo pueda perder.
-Es un gallo que no puede perder.
-Pero suponte que pierda.
-Todavía faltan cuarenta y cinco días para empezar a pensar en eso- dijo el coronel.
La mujer se desesperó.
-Y mientras tanto qué comemos- preguntó y agarró al coronel por el cuello de franela. Lo sacudió con energía.
-Dime, qué comemos.
El coronel necesitó setenta y cinco años, los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto, para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder:
-MIERDA. “

Veo, como dije anteriormente, la miseria aquí en todas sus formas. Pasarán muchos años, de nuevo, para volver a retomar esta obra y sentir lo mismo que siento hoy. Sólo que para ese tiempo nunca se sabe si uno seguirá estando en este mundo


editor

La mano de Carlos Henrickson Villarroel


La mano de Carlos Henrickson Villarroel
Entrevista de Carlos Amador Marchant

Henrickson nació en Santiago en 1974. Entre sus publicaciones destacamos: Ardiendo (poemas, Ed. Etcétera, Concepción, 1991), Y si vieras la Mañana (cuentos y poemas, Sergio Ramón Fuentealba y Cecilia Zúñiga Editores, Concepción, 1998), Aviso desde Lota (poema-tríptico, NeaVista Ed., Concepción, 1998), En Tiempos como éstos (cuentos, Ed. Gobierno Regional de Valparaíso, Valparaíso, 2002), An Old Blues Songbook (poemas, Ed. Del Temple, Santiago, 2006), Ajuste de Cuentas - Jaunesse, 1 (poemas, Ed. Alquimia, Santiago, 2007).
Participó en el cortometraje "Poetas contra Gutenberg", de Ricardo Mahnke (1998). Tiene en preparación: La Orilla Inquieta. 36 Poetas de la Región de Valparaíso (en calidad de antologador), Juguetes (novela). Su obra narrativa, poesía y crítica aparecen en distintas publicaciones de alcance nacional e internacional.

Naciste en Santiago y pasas escasamente los treinta años. Al mismo tiempo viajas por diferentes lugares…¿te consideras patiperro de la literatura?…

La verdad es que mi forma de relacionarme con los lugares no es exactamente la del patiperro. El “patiperro” chileno implica una forma de recorrer el mundo sacando las mayores ventajas posibles y haciendo cualquier cosa por aprovecharse; y ésa no es mi mentalidad. Si bien mi crianza en Concepción tiene mucho de accidente, visto en perspectiva, mi relación con Valparaíso y Santiago, por ejemplo, no es la del que pasa “a lo patiperro”, sino la del que inventa una raíz con el suelo, en caso que no la tenga: eso es parte de cierta disciplina de ánimo, consustancial con el trabajo literario honesto. El trabajo literario honesto no está de moda, y en eso uno queda demodé, pero eso es preferible a, por ejemplo, esos provocadores de bajo calibre que quieren ser aplaudidos con gestos de quiltro. Como cuando el quiltro en la noche ladra a la gente que se cruza con uno, para quedar bien; cuando en realidad da risa. Aunque hay a quien le gustan los quiltros, especialmente cuando ensucian el suelo que pisan.

Cuento y poesía publicada…y mucha lectura, lo corroboran los que te escuchan en temas serios….¿Has pensado dedicarte a la crítica literaria?

Bueno, es una de las “pegas”. Es algo que efectivamente hace muchísima falta, y en esto no me refiero precisamente a comentar las “sandías caladas” de los grandes sellos literarios –para eso hay otros, que más encima tienen comisiones importantes por el trabajo de citar veinte autores norteamericanos para después llegar al nombre de Germán Marín, el sanantonino Mellado o algún otro “outsider” (nótese la cursiva y las comillas), y después darse ínfulas de crítico “independiente” cuando le pagan hasta de la municipalidad. A lo que me refiero es, por ejemplo, que a un breve vistazo se puede ver que, por calidad y cantidad, estamos en una Edad de Plata de la poesía joven chilena, tan sólo capaz de ponerse en referencia con los primeros 30 años del siglo XX (los que efectivamente fueron la Edad de Oro). Y de eso hay que hacerse cargo. Así como de superar categorías inútiles y autores que corren el riesgo de olvidarse por las “estrellitas” y la omnipotencia del entorno santiaguino. Ya empecé en eso, y pienso seguirlo: probablemente el poder pararme frente al poder y a los entornos locales como quien siempre viene de afuera, es una posición ideal para ver más claro. Cuando uno se la pasa encima de las cosas, uno se queda con lo que ve. Y de ahí la flojera, el sedentarismo, la obesidad intelectual con la grasa hasta en las pupilas, la ruina de una de las principales cualidades que debe tener alguien que quiera ver las escrituras en su actualidad: la fluidez y el asombro.

Y en el mismo contexto…más allá de los poderes…ayer Alone…en las últimas décadas Valente…¿qué opinión te merecen quienes se dedican a la crítica en estos días?

Una lamentable falta de capacidad de asombro. Hay unas cuantas excepciones, claro –pienso en Grínor Rojo, cuando está de buenas, o Felipe Ruiz, entre los jóvenes, que en lo del asombro es casi excesivo. Pero sin un mínimo mercado editorial o entorno cultural, qué se puede hacer. Chile es un país miserable, entre otras cosas, en esto. Una de las misiones de mi generación es formar un aparato crítico a la medida de las expresiones poéticas que están por tomar su lugar en el horizonte nacional: y en eso estamos. Por mí pienso en que el impresionismo de Alone vendría muy bien después de toda la palabrería de los 90 –esas críticas que se escribían para que no se entendiera lo que se estaba diciendo, esa suerte de estructuralismo fascistoide que todavía le gusta a un par de personas, pero que a estas alturas son para reírse (si no le meten cuatro garabatos y un insulto ya no les sale). Hasta el contrabandista siniestro de cruces de Valente les podría poner el pie encima en lo que se refiere a honestidad intelectual, y eso sí que es harto decir.

¿Qué falta en Chile para que haya una mejor clasificación de los buenos creadores?....consideras realidad eso de observar mucha basura que vende…

¿Pero desde qué punto de vista? La gente lee lo que quiere leer. En muchos sentidos el oficio literario tiene un mandato de mantenerse, y su estrella baja y sube según los años. Que la ministra Urrutia lea Harry Potter... da lo mismo. El libro va a la mano que le corresponde, y las políticas públicas de cultura no tienen nada que hacer con eso. Son dinámicas que la verdadera literatura sigue, y que no tienen nada que ver con el mercado. Me consta el peso de la experiencia de la persona fuera del mundo literario que asiste a una lectura, y algo cambia, hay una suerte de incentivos emocionales que se despiertan. Porque, ¿qué quieren esos payasos “críticos” que están apareciendo por Valparaíso al desvirtuar la importancia de la lectura literaria pública? ¿qué quiere la “crítica cultural” de pasquines como Ciudad Invisible al asumir que el escritor tiene que quedarse callado y en su casa para demostrar su condición? ¿No es acaso la peor forma de criptofascismo posible, con el fin de que sean ellos los que ocupen el escenario, para que les tiren moneditas del público? Bueno, hay un par de personajes que no son escritores que les prestan ropa, y están muy cerca del sol del poder. Creo, de hecho, que en la polémica pasada con una patota de delincuentes verbales, lo que se evitó fue un reconocimiento oficial ascendiente a esta gente. La humillación de un par de ceremonias municipales con que los burócratas pudieran seguir escupiendo a la cara a los creadores de Valparaíso. Por lo menos, ya Mellado no se ganó el Municipal de Literatura (ja-ja, eso es broma), y Ciudad Invisible quedó desenmascarada como plataforma de poder oficializada. Si hay algo que falta para poner las cosas en su lugar, son cojones. Hablar de frente. Y la clasificación la hace el tiempo, que es maestro más sabio.


¿Qué destino ves en las generaciones actuales de la poesía chilena?

La Edad de Plata. En todo Chile hay un ambiente de absoluta variedad e intensidad de discursos. Las actuales son generaciones que no vienen con el “chip” del poder por el poder, y que son capaces de articularse continuamente y polemizar en forma clara, y hasta amistosa. Lo que está sucediendo no tiene comparación con lo que pasaba, por ejemplo, hace diez años, cuando los personajes de las generaciones del 70 y 80 “apadrinaban” a los más jóvenes, quienes nos veíamos bajo el continuo chantaje de hablar bien o mal de éste o aquél. Ahora –y eso gracias, incluso, a la muy agresiva actitud de la generación “novísima”, que cambió bastante la perspectiva-, no hacen falta esos dignos padrinos desinteresados. Este año y el que viene son los años en que cambia radicalmente la forma en que se ha visto durante años la poesía chilena: en una muestra de cordura, creo, podríamos llegar hasta lo que es la poesía joven argentina, en que nadie quiere ser el próximo Neruda o Cortázar, en que coexisten los más diversos estilos literarios y sensibilidades, y en que nadie puede estar pataleando porque “no le dan lo que merece”. Algo más real, menos abstracto y metafísico. Gente que practica un oficio: y ése es uno de los sellos de mi generación y la media más que nos sigue. Más allá de la “mala vida” de rigor, son gente seria en lo del oficio. Insultarlos equivale a insultar lo último que le queda a este país para evitar merecer una invasión, un terremoto o algo así.

Ahora último se te ha escuchado dar una pelea frontal en favor de los poetas de Valparaíso, pero en solitario…¿se logran cosas luchando solo o se termina asfixiado por el propio medio?

Yo eso no me lo pregunto. Si veo a un mentiroso y cuatro que le hacen barra, y veo que en Santiago les creen, y que es evidente que los están premiando desde instancias oficiales de la administración cultural de Valparaíso, la verdad es que no es para pensarlo mucho. La mayor pelea tuvo que ver con la imagen que la literatura porteña empezaba a tener en Santiago. El inimaginable daño que le hizo Mellado a la difusión de las literaturas de región a nivel nacional, aún tiene que ser pagado, y eso en provincias ni se lo imaginan. Yo me conformé con algo muy sencillo: que en las esferas en que me muevo en Santiago quedara clara la (nula) “categoría moral” de la gente contra la cual se hacía la polémica, y sacar de las manos de Ernesto Guajardo y el equipo de Ciudad Invisible siete años de trabajo antológico sobre la poesía de Valparaíso. Y eso se hizo. La lucha permanente –por sí mismo, y por aquéllos por quien se merece luchar- es un valor pasado de moda, pero es absolutamente necesaria en los tiempos que corren. En este año ya podría contar a cuatro “polemistas” que quieren hacer su agosto insultando a lo que se mueva –y a lo que ya no se mueve, y ése sí que meó fuera de tiesto-; la polémica real consiste en señalarlos con el dedo, y que se vea su real condición. Artículos de farándula, como las modelos que andan con futbolistas. Perros de esos tan enfermos que mejor no darles de comer, porque más sufren.
Sobre el Premio Nacional de Literatura ¿a qué poeta tienes como candidato?
Difícil. Ese famoso premio se ha convertido en un estercolero. Más daño hace que bien, hablar de él. Es pura niebla.



Finalmente ..¿puedes decir a nuestros lectores sobre tus últimas creaciones literarias?

Aparte de un libro de cuentos casi listo –trabajado un montón de tiempo-, estoy en el plan de limar y dejar en estado final un conjunto grande de poemas, que estaría saliendo en divisiones. Jaunesse, que es el nombre total del conjunto, ya partió con Ajuste de Cuentas, una plaquette de poemas que salió por Alquimia Ediciones y fue casi íntegramente distribuida en Argentina, que tiene el subtítulo Jaunesse, 1. Es una expresión que me acomoda ahora, sin adornos, pero también sin inocencias. Al final, lo que pesa en el texto es una violencia verbal bien administrada. Y me va bien. Los textos suenan.






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