viernes, 24 de junio de 2011

Isidora Rebelde



Por Luis Sepúlveda
(Aparecido en Le Monde Diplomatique)

Isidora Aguirre ha muerto, y la trágica noticia me sorprende mientras regreso de un hermoso festival literario, Correntes da Escritas, que todos los años se realiza en Povoa do Varzim, Portugal, y cito esto porque fue justamente en ese pueblo de pescadores donde hace algunos años José Saramago me habló con admiración de la gran dramaturga, profesora y novelista chilena. “Esa mujer debería ser para los latinoamericanos una dramaturga comparable a Brecht”, me dijo el gran escritor lusitano, y yo me atreví a responderle que, para algunos latinoamericanos Isidora Aguirre –la Nené para los amigos- era la mayor autora teatral del continente.
Isidora vio sus obras escenificadas por compañías teatrales como El Galpón, Rajatabla, Libre Teatro Libre, Berliner Ensemble, Teatro Nacional de Cuba, Théâtre de Nancy Rostocker Schauspielhause, y contó con la admiración de grandes contemporáneos entre los que destacan los argentinos Oswaldo Dragún, Roberto Cossa, el colombiano Enrique Buenaventura, los uruguayos Mauricio Rossenconff y Roberto Espina. Jamás olvidaré la admiración con que me habló de ella Dario Fo que siempre ha considerado “Los que van quedando en el camino” como la más alta demostración de teatro épico. A Isidora Aguirre la admiraban y querían los integrantes de la primera división del teatro mundial, pero en Chile… ya se sabe lo que es el maldito “pago de Chile”.
A Isidora Aguirre la citan con la boca llena en las esferas oficiales, en la nomenclatura cultural, pero apenas conocen una de sus obras; “La pérgola de las flores”, obra espléndida sin dudas, fruto del talento de una mujer que hasta se dio el lujo de escribir ese hermoso entretenimiento para sobrevivir y poder así dedicar tiempo a sus otras obras magistrales, como la mencionada “Los que van quedando en el camino”, “Lautaro”, “Retablo de Yumbel”, “Población Esperanza”, y tantas otras obras marcadas por su inclaudicable rebeldía, sentido de justicia social y ética, una rigurosa ética de artista e intelectual que siempre estuvo con los jodidos, con los perdedores ilustres, con los de abajo.
Militante comunista hasta la médula, Isidora Aguirre nunca dejó de estar donde había que estar, en el momento justo, e hizo lo justo, aquello que su conciencia le dictó como correcto.
Le negaron repetidamente el más que merecido premio nacional de literatura justamente porque era una rebelde, porque no cedió jamás en sus principios y porque nunca dejó de ser crítica con el poder. Hace algunos años, uno de los argumentos para negarle el premio nacional de literatura fue que “había publicado muy poco”. Y con eso los jurados demostraron que jamás se asomaron a las páginas de “Doy por vivido todo lo soñado” o “Carta a Roque Dalton”, dos novelas publicadas en España que, a más de 20 años de ser publicadas continúan vivas en la memoria de los lectores y son dos referencias cuando en las universidades europeas se habla de literatura chilena. Pero no podían darle el premio nacional de literatura a una señora de las letras que, pasados ya los ochenta años, seguía escribiendo alejada de cualquier vanidad literaria y empeñada en contar desde el texto teatral y desde el escenario asuntos tan “poco literarios” como el cierre de las minas de carbón en Lota. Mientras una vez más le negaban el premio de sobra merecido, Isidora, la Nené, se entregaba a escribir “Subiendo…¡último hombre!”, o su sorprendente adaptación de “Fuenteovejuna” que fue un espejo de la realidad chilena.
Leo que el ministro de cultura chileno ha declarado un día de luto nacional por el deceso de la gran dramaturga. Pobre homenaje tardío que, más que arreglar una injusticia, avergüenza a los gestores de la cultura chilena de los últimos veinte años.
La recuerdo en los días de clandestinidad, sentada en el suelo, con la máquina de escribir sobre las piernas y los cigarrillos a mano, redactando un documento para que en Francia, Italia, Alemania o Bélgica atendieran y ayudaran a una compañero o compañera que horas antes ella misma había metido en alguna embajada para salvar su vida, sin más ayuda que su propio valor y su viejo Simca de techo negro, auto muy odiado por los esbirros de la dictadura. Y en esta hora triste la recuerdo mientras corregía sobre la marcha una obra agitativa, “Quién tuvo la culpa de la muerte de la María González”, que tuve el honor de dirigir con un grupo teatral de Valparaíso. Isidora Aguirre recibió muchos aplausos y reconocimientos en América y Europa. Sus obras teatrales y novelas están traducidas a muchos idiomas, pero en Chile los gestores o gerentes de la cultura decidieron que era molesta, y vaya si tuvieron razón. Era terca frente a la injusticia, valerosa frente a los soberbios engominados del poder, rebelde frente a las costumbres pacatas, y libre, muy libre, porque así lo dictó su noble corazón de comunista.
(Luis Sepúlveda
Gijón, 27 de febrero de 2011)

editor

martes, 14 de junio de 2011

Leo Zelada, al amparo del espíritu de la noche


Por Alberto Lauro.
(Sobre el poeta peruano Leo Zelada, aparecido en periódico "Neo Club Press" de Miami, para la comunidad latina de EE.UU. Junio de 2011)
Poco importa que Braulio Rubén Tupaj Amaru Grajeda Fuentes (Lima, 1970) haya escogido para su recorrido de caballero andante de la poesía el nombre de Leo Zelada. ¿Todo sobrenombre o seudónimo no es al fin y al cabo un antifaz? Como poco o nada nos importa el verdadero de Gabriela Mistral o Pablo Neruda. Sin la poesía que bajo estas firmas ellos escribieron, Lucila Godoy hoy no sería más que el nombre de una maestra de provincias desconocida y Neftalí Reyes un olvidado y gris oficinista.
Fernando Pessoa tuvo que transmutarse no en un uno, sino en muchos heterónimos.
Leo es nombre robusto, rotundo, diríamos que temerario como imbatible león desafiante. No en vano el signo más fuerte del Zodíaco está destinado a este rey de la selva, y él lo ha escogido para sí a pesar de que es Capricornio. En tanto que Zelada, que pudiera ser topónimo de algún sitio pero que no lo es, me recuerda, no sé por qué, a algo así como un objeto olvidado, tal vez una velada trampa por su cercanía con "celada" y, por lo tanto, algo que se oculta --sentimientos, pasiones inconfesadas, celos impronunciables son sentimientos que a nadie queremos revelar--, por su inmediatez con "velada". Pero ello, aunque significa también algo que se oculta, coincide con "reunión", algo que el poeta sabe hacer siempre, congregando a los fieles del verso.
El mismo Leo Zelada nos ha dado autorretrato: "Soy el oscuro caballero andante". Del verso, agrego yo, perdido entre los enigmáticos valles de Tanatos y los irresistibles de Eros. Y estos dos dioses marcan las cotas de los territorios de su poesía, situada entre el amor y la muerte, acosada en su palabra por el deseo y la desolación.
Heredero en sangre y linaje paterno de la extraordinaria poesía de sus antepasados, los incas, sabe extraer el precioso oro de las palabras de esas vetas precolombinas. En tanto por línea materna reconoce esa mirada perdida también en el criollo perfume de la flor de la canela, del ensueño que evoca la memoria de muchachas que llevaron como su madre jazmines en el pelo y rosas en la cara, por el paseo que va del puente a la Alameda con menudos pies cantado por la simpar Chabuca Granda.
Quiso ser filósofo y en ello se empeñó en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde ensayó en público sus primeros años de malditismo fundando con otros amigos el Grupo Neón y publicando “Delirium Tremens” (Ed. Lord Byron, 1998), libro al que le seguirían “Diario de un Cyber-Punk” (Ed. Moctezuma, México, 2001) y “Opúsculo de Nosferatu” (Ed. Lord Byron, Lima, 2005). Mientras en esa época, ansioso y con quipus en las manos, contaba el paso del tiempo para la llegada de la revolución social redentora americana, que nunca llegó.
Más tarde, se fue errante con su mochila cargada de sueños, fantasmas de muertos insepultos y palabras, por un camino desconcertante desde 1993 a 1998, saliendo de Lima y atravesando la Cordillera de los Andes, parte del Amazonas, la Selva del Darién, el Caribe centroamericano y Chiapas, hasta llegar a la ciudad de Los Ángeles, en Estados Unidos, trayectoria que narra en "American Death of Life" (Ed. Lord Byron, Lima, 2005).
Su obra poética ha sido reconocida por el Premio Orpheu de Brasil en 2001. Pero Leo Zelada es de los poetas que no vive en función de premios. No los necesita. Escribió para el periódico El Peruano. Dirige el Taller de Poesía Carpe Diem. Es editor y compilador, entre otros libros, de las sucesivas entregas de “Nueva Poesía Hispanoamérica” , uno de los mayores esfuerzos personales que alguien, hoy por hoy, realiza sin subvenciones ni apoyos institucionales, para lograr un acercamiento entre todos los poetas del ámbito de la lengua castellana.
Su poesía ha contado con el respaldo irrestricto de poetas, críticos y lectores de América Latina, España y los Estados Unidos. Es uno de los más importantes jóvenes poetas latinoamericanos.
Ahora se le ve por Madrid creyendo firmemente que "cada balcón esconde un verso de Vallejo", con su largo gabán oscuro como si fuera un hijo adoptivo de Valle Inclán, su libro tan leído de los versos en prosa de Baudelaire, recitando textos de poetas chinos de perdidas dinastías a altas horas de la madrugada de los miércoles en el Club "Buwkoski", convocando lecturas en Casa de América, la Fundación Alianza Hispánica o en la desaparecida librería "El Bandido Doblemente Armado", ignorando si -como nos ha dicho- "tal vez soy un incógnito / amante / pronunciando alguna oración hacia el sol o un oscuro corsario / asolando algún puerto / desconocido del sur".
Más sobrio o ebrio, con la reciente edición de su último libro –“La senda del dragón”- entrevisto ahora en las tertulias poéticas del bar Los Diablos Azules que convoca el novelista y poeta Carlos Salem, solitario o rodeado de una multitud que sabe convocar, se le escucha siempre en silencio invocar a su deidad protectora: "Espíritu de la noche, / guíame sin temor por estas abruptas tierras (...) condúceme por el sendero del fuego / que todo lo devora y purifica". Al amparo de esa oración nos acogemos.

editor

jueves, 9 de junio de 2011

El secreto de Pedro Armendáriz


Por Jorge Etcheverry

La madre de Lou vino de México, era muy bajita, dijo, y eso que él debe andar por el metro noventa. La imagen de Lou inclinado sobre el podio traído de México era todo un símbolo. Comentó en el coloquio que Fox habría tenido problemas para usar el podio. Algunos reímos: montado sobre unas rueditas para su fácil transporte, el podio reacciona desplazándose frente a cualquier aumento de presión, para zozobra del presentador de turno que entonces levanta las manos para garantizar la estabilidad del soporte sobre el que descansan sus páginas. Al fin de la sesión me puse a conversar en la puerta con un señor mexicano. Ahí salió a relucir el nombre de un amigo, con quien hice algunas cosas hace más de veinte años. Sus connacionales en Canadá lo consideran un pionero. Muy involucrado en su comunidad, desempeñó puestos directivos en diversas instituciones antes de mudarse a Montreal. Cuando me contó que el renombrado actor tenía un secreto al que atribuía su éxito, lo tomé como otra de sus historias. Uno nunca sabe si está hablando en serio. Alguna vez amenazó con revelarme el secreto, pero como he escrito cosas que me ha dicho, que juraba que eran ciertas, no le presté mucha atención. La llegada del actor a la industria cinematográfica en realidad fue fortuita. Le llamó la atención a un director mexicano en un restaurante cuando estaba recitando el monólogo de Hamlet. Mi amigo me dijo que el secreto no era una combinación de vitaminas, ni una pócima, ni siquiera el jugo de algún cacto alucinógeno usado por los indígenas. Cuando se lo conté a la Zaira me dijo que era evidente que yo no sabía mucho de Pedro Armendáriz, que no había visto nunca sus películas, que él no hubiera necesitado una fórmula mágica para triunfar. Nica dijo que todas las carreras de las celebridades del celuloide empiezan de manera parecida. Los mexicanos son casi tan nacionalistas como los chilenos, pero creo que tienen más razón (digo yo). El señor con que estaba conversando me habló de la comunidad mexicana en esta capital, de su organización, del cambio demográfico de los últimos veinte años; antes eran casi puras mujeres que se casaban con canadienses, ahora hay parejas jóvenes, bastantes profesionales, mucha gente que trabaja en informática, en gran parte en las firmas bajo el alero del TLCAN. Le dije que había notado el aumento e influencia de la comunidad mexicana. Que yo vivía aquí desde hace más de veinte años y nunca había visto nada parecido. Que rivalidades y diferencias de opinión parecen malograr los logros de nuestras comunidades. Le dije que en una breve visita a México había tenido la impresión de que todo estaba por hacer, había sentido a la vez familiaridad y extrañeza. La sensación de algo subyacente que no podría nombrar. Ya se acercaba la hora de la sesión de la tarde, la gente iba a empezar a llegar al coloquio y ese señor tenía que irse. Me dijo que no era la primera vez que escuchaba a alguien referirse en esos términos a su país, que él estaba seguro de que México ocuparía el lugar que le corresponde en el concierto de las naciones. El secreto consistía en aplicar esa manera especial de los mexicanos de mirar la vida, la muerte, el mundo en general, algo que ciertas luminarias de la cultura y el pensamiento nacionales habían logrado, en especial una figura muy querida del celuloide, cuyo éxito a muchos le había parecido inexplicable, pero entonces su mujer detuvo el auto frente a la puerta del local y él se despidió de mí para montar en el vehículo.

editor

lunes, 6 de junio de 2011

Carta de la escritora y periodista chilena Virginia Vidal al presidente de la Sech con fecha 7 de junio de 2011, en torno a: "RELATO Y RETRATO DE MI DESPIDO DEL CONSEJO DE LA CULTURA"

Estimado Reynaldo:
La forma en que se ha despedido a nuestro compañero Carlos Amador Marchant del Consejo de la Cultura es denigrante. Lo menos que podemos hacer es acoger su pedido y presentar una protesta ante el ministro,  a más de una declaración pública.
Es vergonzoso el uso que del trabajo y aporte de los escritores se hace para después  tratarlos como a siervos de última clase.
Pienso que Carlos Amador debió comunicar esto en cuanto sucedió, pero su prudencia y discreción sólo hablan bien de él.
Cordiales saludos,
Virginia Vidal.
Sobre Virginia Vidal:
Pocos saben que Virginia Vidal fue la única periodista latinoamericana que asistió a la entrega del Nobel al poeta Pablo Neruda. Y que luego del "golpe" acompañaría a Matilde Urrutia -desde 1974 a 1976- en el traslado de la biblioteca del poeta a la ya restaurada Chascona, recuperada en parte del saqueo y la indignidad.
No son muchos tampoco los que saben que al salir exiliada de Chile, en 1976, fue reportera y locutora del mítico "Escucha Chile", noticiero moscovita que informaba al mundo de la realidad de un país sometido bajo las botas militares.
De Moscú la aguerrida Virginia se traslada a Venezuela, donde seguirá trabajando de corresponsal para el famoso programa radial y se dedicará a escribir en diferentes medios de comunicación de ese país.
Vuelve a Chile en 1986 y su pluma comienza a combinar la crónica periodística con el ensayo, el cuento y la novela, con una fuerte tendencia a la crónica y a los caminos de la nueva novela histórica.. Es autora, entre otras obras, de Rumbo a Itaca, Ed. Pomaire, Venezuela, 1987 ; Cadáveres del incendio hermoso Ed. Andrés Bello, Santiago, 1990 (Con esta novela obtuvo el Premio María Luisa Bombal); Balmaceda. Varón de una sola agua, Ed. Los Andes, Santiago, 1991; Testimonios de Francisco Coloane, Ed. Universitaria, Santiago, 1991; América de a caballo, Ed. La Noria, Santiago, 1992; Agua Viva. Gabriela Mistral y la juventud. Ed. Texido, Santiago, 1994; Javiera Carrera, Madre de la Patria, Ed. Sudamericana, Santiago, 2000; Oro, veneno y puñal, Ediciones Brosquil, Valencia, España, 2002. "Hormiga pinta caballos" (2007) entre otros.
También es coautora de Los Rostros de Neruda, 1998 y de Morir Es La Noticia, 1997. En el año 2005 encabezó la edición de Crímenes de mujeres, antología de cuentistas chilenas
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Testimonio de abuso de poder del gobierno desde el año pasado hasta estos días.
 (Entre Jefes y Jefes y más Jefes)

El 16 de junio se cumpliría un año de mi despido.

Esto comenzó desde esa fecha y hasta estos días se sigue repitiendo.

Dejo este testimonio para observar el ambiente de hoy.

Todo hombre tiene derecho al trabajo. Sin embargo frente a la vulnerabilidad de éstos se usa la muletilla "SON TRABAJADORES MAL EVALUADOS POR SUS JEFES":

Aquí va el testimonio:


“El viernes 14 de mayo de 2010, alrededor de las 16 horas, fui llamado a la oficina del Jefe de Administración General del Consejo de la Cultura. Allí, se hallaba sentado el Jefe de Logística, quien estaba cumpliendo una labor de veedor.
El Jefe de Administración me lee una notificación que tenía en sus manos, en donde se estipulaba que mis funciones cesaban el 15 de junio. Una vez que culmina de leer el texto, me conmina a firmar el documento sin pedirme algún comentario al respecto.
Le solicité me diera alguna razón justificada del despido, y él dijo que esta resolución provenía de Santiago, por lo tanto no tenía idea del pronunciamiento.
Una vez que le expresé que esta situación me parecía anómala, le señalé que no firmaría el documento. Una semana después el mismo comunicado llegó a mi domicilio.
En la notificación se me comunicaba que tenía derecho a hacer uso de mis vacaciones y de los días administrativos acumulados hasta la fecha, lo que no hice, optando por seguir trabajando hasta el último día (gratis).
En el transcurso de las semanas busqué alternativas para averiguar los motivos de mi cese de funciones, pidiendo a la secretaria de gabinete me diera acceso a dialogar con la Asesora del Ministro Cruz Coke. Tal cometido no se logró, debido a que ésta adujo que esto tenía que verlo el Jefe de Gabinete de Subdirección.
El viernes 4 de junio le pregunté a mi Jefe de Sección, y quien firmaba mes a mes los informes de cumplimiento de funciones para la cancelación de sueldos, si había algún reparo a mi comportamiento como trabajador público, a lo que respondió en forma negativa.
Frente a esta afirmación le solicité me acompañara a hablar con la Asesora del Ministro.
Ese mismo día en la tarde (4 de junio de 2010), en el pasillo de Gabinete logramos hacernos espacio, casi a escondidas, para dialogar con ésta.
A ella le expresé que estaba a mi lado el Jefe Directo de sección, para constatar que mi comportamiento laboral era bueno, y que deseaba saber el verdadero motivo de mi cese de funciones. La Jefa de Gabinete entró en una serie de contradicciones y finalmente dijo que en unos días más (porque estaba muy ocupada) daría una respuesta definitiva a mi solicitud y que, según ella, emanaría de Recursos Humanos. La respuesta nunca se produjo, y el día jueves 10 se hace circular una resolución exenta donde se estipula mi cese con fecha final 15 de junio de 2010.
Es decir, nunca se dijo el motivo.”

Al paso de las semanas se presentó una demanda en los Tribunales del Trabajo de Valparaíso. Ésta se perdió. Unos meses después se apeló en la Corte con los mismos resultados..
Debo hacer notar que “El Consejo de la Cultura puso como testigo en los Tribunales del Trabajo al mismo hombre que era mi Jefe de Sección, quien en esta ocasión dio vuelta todas las versiones y terminó siendo mi detractor”. Así se manejan las cosas en este momento.
Pertenezco al primer grupo de los exonerados del Consejo de la Cultura en Valparaíso, y a dos meses y medio de haber asumido sus funciones el Presidente Piñera.
Más tarde fueron entrando a esas listas más trabajadores tanto en el puerto como en el resto del país, sin dársele una razón explícita a ANFUCULTURA, que es el sindicato de los trabajadores del Consejo.
Pues bien, en estos días empiezo a ver en Facebook informaciones de este sindicato donde se señala que comenzó una nueva ola de despidos. Aquí no se trata de decir o gritar: ¡hasta cuándo!, sino más bien poner sobre la mesa del mundo estos hechos.
No es que tenga la impresión, sino que estoy convencido que estamos frente a un Gobierno ENFERMO, de una enfermedad animal en cuanto a dejar sin empleos a todos quienes hayan sido contratados en la administración pasada. Y la pregunta es. ¿qué culpa tienen los trabajadores de haber entrado en este u otro gobierno?. Todo quien entra a laborar lo hace para palear sus necesidades de subsistencia frente a un derecho común. Otro caso son las jefaturas.
Hace unas semanas he comenzado, en mi calidad de escritor, a subir a mi blog algunas crónicas relacionadas con la historia de nuestro país y sus atrocidades en cuanto a la clase trabajadora. Y no lo he hecho porque sea mi “fuerte”, sino porque es necesario mostrar algo de esto para darnos cuenta de un presente que sigue golpeando a nuestro país.
Veo a un gobierno autoritario, a dirigentes que son pasados a llevar. Veo a funcionarios atemorizados que además equivocan (o no saben) sus posturas. No reaccionan o creen que el mutismo los protegerá de la masacre.
Sin pecar de ser un pesimista a rabiar, creo estar convencido que al paso de los próximos dos años y meses no quedará un funcionario de los que “creen no les pasará nada por guardar silencios”.
¿El Jefe de Recursos Humanos miente?. Por supuesto que sí. Pero me preocupan los funcionarios que trabajan allí, me preocupa ese silencio atroz.
Frente a la comunidad mundial, yo solicito a los escritores,  a los Artistas Plásticos, a los hombres de teatro, a los cineastas, a los escultores, músicos, folkloristas, y a todo el mundo del arte a no guardar silencio frente a estos hechos. Chile está viviendo en pocos meses una enfermedad letal: el exterminio de sus ciudadanos por la vía de la cesantía, la segregación, el maltrato como individuo y el retroceso de la historia.
Comienza en Chile a vivirse la asfixia que se pensó exterminada. Y no quiero que otros pasen los momentos que padece cada trabajador que queda sin su sustento.


Carlos Amador Marchant
Escritor-Valparaíso-Chile
6 de junio de 2011



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