miércoles, 3 de noviembre de 2010

El iceberg y la creación artística

El iceberg y la creación artística
(y la critica a algunas propuestas “neo-realismo socialista”)


Por Javier Campos


Pensaba en lo siguiente, y que de alguna manera tiene su verdad. Es bastante común que muchos artistas, especialmente poetas, expliquen sus poemas. Nada de malo en eso pero hay algo que no funciona para mí (en la explicación de “sus” poemas me refiero). Digamos, poniendo el asunto en una imagen, que el poema, o la obra de arte en general, es como un iceberg (lo decía ya Ernest Hemingway). Que bajo la superficie de un texto, en una obra significativa, debe haber una gran profundidad que no se ve pero que el lector (en caso de la literatura) quede impactado por unas nuevas perspectivas que aquel poema da sobre la realidad. El misterio de la obra de arte, aquella que sí tiene una gran profundidad de aquel iceberg, es justamente que la superficie no termina más allá de esa superficie sino que continúa en una profundidad pero imaginativa por sobre todo (o más que todo).

Eso está bien. Lo curioso es cuando los artistas explican aquella profundidad de su obra, elaboran teóricamente esa profundidad que supuestamente tiene su poema o su producto artístico. Nos asombran ellos con diversas teorías explicando la hondura que hay en su propia creación (poema o narración, o cuadro o escultura, etc). Nos emboban con aclaraciones junto con sacar múltiples referencias teóricas y mencionan a autores universales (o nacionales) que supuestamente estarían en esa profundidad del (o de su) iceberg. Nos aclaran en otras palabras lo que, como autores, creen haber plasmando en su producto creativo. Lo dramático es que luego, para el lector o auditor común, realmente debajo de esa superficie no hay nada. Absolutamente nada de los que nos ha explicado el autor. Solo una chatura superficial. ¡La significación del poema o la obra artística –que nos aclaró el mismo autor- no aparece por ningún lado! Es como el abuso que hacen los estudios culturales sobre una obra artística (yo también he caído en ese abuso). Buscan únicamente la almendra ideológica o política de cualquier novela, poema, film. Pero de lo artístico ni se habla. Cualquier obra que se escriba puede analizarse desde la perspectiva de los “estudios culturales” porque hasta una silla se puede interpretar de esa manera pero queda fuera la importante pregunta: ¿Y por qué esa silla tiene o no tiene un valor artístico?

“El poema no se explica” decía Gonzalo Rojas. Eso mismo lo han dicho cientos de artistas. He mirado tantas veces el “Guernica” de Picasso en diferentes partes del mundo y no me canso de admirar lo que hay en ese cuadro de real profundidad. Ese gran iceberg que, aparentemente, es la descripción de una casa en llamas con gente sufriendo dentro, una mujer asombrada que entra a la casa por la ventana y con una lámpara en la mano, un caballo que se quiebra y mira hacia un toro como las otras imágenes. Picasso jamás pasó tiempo aclarando lo que pintaba ni menos en explicar teóricamente la inmensa mole que sí había debajo de esa superficie realista/cubista, en blanco y negro, aparentemente insignificativa (como sí lo pensaba, por el contrario, Luis Buñuel , pues no le gustaba para nada el “Guernica”).

Al final de cuentas, y eso muchos artistas jóvenes aún no se enteran, es que la obra de arte no es una construcción teórica ni una agenda política como en un reciente artículo escribía el poeta joven Jaime Pinos (“La poesía como política” publicado en lanzallamas.com). Postura bastante caduca y especie de rehabilitación de un muerto bien enterrado: “el realismo socialista” en el arte. Resulta que algunos/as no han revisado que en estos tiempos una poesía para cambiar el mundo no funciona, especialmente en los tiempos globales que vivimos. Hay que reprocesar bien lo que ha ocurrido respecto a la creación artística durante la revolución soviética, la cubana o nicaragüense, por ejemplo.

Es decir, la obra de arte (y la poesía por supuesto) es “un artefacto imaginario que debe proveer a la gente una perspectiva distinta de la realidad, no a nivel teórico, sino a nivel imaginativo”. Y, claro, no todos pueden hacer eso aunque hayan leído a miles de escritores del pasado. Un pintor puede explicar como nadie la pintura del renacimiento o la de la vanguardia de comienzos del siglo XX, pero al intentar pintar algo puede pintar un cuadro realmente insignificante, un bodrio.

Todo lo anterior es muy común encontrarlo en algunos sitios de Internet, como en los “blogs” chilenos de literatura y de otros países. Especialmente (y esto es lo alarmante) en los que se autoeditan sus propios libros electrónicos (incluso en bellas ediciones en Internet pues ya cualquiera puede hacerlo). Luego, como se auto editaron, ya se convierten ellos mismos en escritores por “creación espontánea” sin haber pasado nunca antes por algún editor serio o un comité editor. Probablemente ese editor del pasado quizás tampoco exista hoy porque también las ediciones de las grandes editoriales están afectadas por el mercado global. O sea que la poesía está en una crisis profunda (lo cual no es ninguna novedad) respecto a su difusión a través de un libro en papel (la tradicional forma de “la cultura letrada”). Lo otro ha sido, por el contrario, la poesía de lectura masiva como son los Festivales Internacionales de Poesía. Esto último ha dado vuelta la función de la poesía misma en estos tiempos. Se ha trasladado “la poesía encerrada” a la “poesía abierta”, a “la lectura pública” ante miles de personas y ante una diversidad étnica de auditores. ¿Es que debemos hacer poesía para leerle sólo a los mapuches o a las mujeres o a los mayas de Quetzaltenango en Guatemala o a lo misquitos en Nicaragua? ¡Pues no! . En 1950 Nicanor Parra produjo escozor entre muchos poetas cuando habló de “la poesía de la oscuridad” y “la poesía de la claridad”. Yo recupero ahora ese artículo de Parra pero lo pongo de otra manera de acuerdo a nuestras circunstancias globales y digitales: hay que construir en estos momentos “la poesía abierta” en oposición a “la poesía cerrada”.

Creo que la poesía para leer ante un grupito de amigos, en un bar con 6 personas (igualmente amigos o amigas), o en una conferencia universitaria donde hay 7 sentados, ya no funciona desgraciadamente. El poeta en esta globalización debe intentar leer ahora ante un público masivo o de lo contrario, en mi opinión, quedará hundido y olvidado en unas profundas catacumbas como aseguraba Octavio Paz. Cuando la poesía se transforma en lecturas públicas masivas, en otra comunicación, deja atrás la comunicación de ghetto poético, de sala cerrada y hermética, de ambiente lárico, de esa intimidad que algunos todavía sienten nostalgia (yo también a veces), de verborrea teórica sobre lo que debe ser la poesía, etc... Lo que sí es cierto es que aquella milenaria comunicación poética se ha perdido ahora en un mundo donde la revolución digital y la cultura de la imagen prevalece y está, como Dios, en todo lugar. Es el Dios cibernético y del cual el arte actual no puede desprenderse ni menos oponerse o de lo contrario nos quedaremos en esas catacumbas de las que hablaba el poeta mexicano. También resulta una perdida de tiempo en estos tiempos globales catalogar la poesía o si debe ser “realista” o “no realista” y si debe ser “vanguardista” o lo contrario. Lo que importa, como todo arte lo ha hecho desde que tenemos noticia, es atrapar a cualquier lector de cualquier parte del planeta y no sólo a los lectores o auditores de “Providencia” o “La Quinta Normal” únicamente. Y de eso -llegar de alguna manera a un público masivo en estos momentos- lo sabía ya Vladimir Mayakoski durante la revolución bolchevique. Y en estos momentos también lo sabe muy bien ese gran poeta ruso vivo que es Yevgeny Yevtushenko o más cercanamente Juan Gelman entre muchos y muchas más poetas.


Escribo este breve artículo en esta revista, en su primer número, para levantar un debate. Algunos quizás me atacarán con furor. Pero es importante salirse alguna vez de la “perspectiva chilensis” siempre afectada por la cerrazón que nos produce la cordillera de los Andes. Que “si no ocurre en Chile, no existe en otra parte del mundo”. Y es que la joven poesía chilena, muchas veces con rabia (ya Jorge Teiller decía que la poesía nuestra estaba cargada de mucha rabia), tiende a considerarse el centro de la poesía latinoamericana. Esto último ocurre porque ni se sabe qué hay más allá de Perú o Argentina (que tienen buenos poetas). Pero ¿y qué saben del resto de América? Es fácil mencionar nombres, pero lo difícil es realmente asimilar a los mejores escritores (hombres y mujeres). Creo, porque lo he experimentado en distintas partes del mundo, la necesidad de desarrollar la lectura para un público masivo y diverso como lo hacen los poetas en Centroamérica por ejemplo. La poesía en estos momentos no puede ser hermética ni buscar en estos días una posible “neovanguardia” (ya eso está inventado y reinventado) que a penas la entiende el poeta mismo y menos la entienden sus amigos personales junto a la indiferencia que muestra la “academia” que mejor prefiere seguir con los autores canónicos (de lo cual no estoy de acuerdo en esto último).
Finalmente, la poesía, como todo producto imaginativo (si es que logra este último nivel) debe lograr una universalidad a través de un imaginario original. Si una persona lejana allá en Quezaltepeque entiende y recibe el imaginario de un poeta que viene de las antípodas del mundo de esa persona, y alguna veloz imagen le traspasa el corazón, entonces la poesía no canta en vano. Porque la poesía y recetarios teóricos para escribirla no funcionan. Bueno, si funcionaron como panfletos pasajeros pero de eso ya nadie se acuerda.



*Javier Campos. Poeta, narrador, columnista. Invitado a varios Festivales Internacionales de Poesía en América Central y el Caribe. Varios premios a nivel internacional. Cinco libros de poesía, una novela, un libro de cuentos. Más detalles en su página en Internet: http://www.faculty.fairfield.edu/jcampos/

editor

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