martes, 2 de noviembre de 2010

La nueva novela histórica en Chile



LA NUEVA NOVELA HISTÓRICA EN CHILE: subgénero de reciente data
Por Rosa Alcayaga Toro

El libro Brevísima Relación de la Nueva Novela Histórica en Chile del profesor, crítico literario, magíster en Literatura, Eddie Morales Piña, editado por la Universidad de Playa Ancha (UPLA), en Valparaíso, en junio 2006, es un texto que recopila varios artículos de su autoría, escritos en distinto tiempo, y que, no obstante su brevedad, constituye un aporte al estudio de la narrativa contemporánea en nuestro país por cuanto es orientador de las nuevas tendencias en la literatura chilena, en particular, acerca de este nuevo sub género denominado Nueva Novela Histórica.

A petición del autor, tuve el alto honor de presentar el libro Brevísima Relación de la Nueva Novela Histórica en la Universidad de Playa Ancha (UPLA) en Valparaíso el 4 de julio del año en curso y sobre el cual es necesario entregar algunos antecedentes.
La irrupción del subgénero Nueva Novela Histórica (NNH) en América Latina ocurre, fundamentalmente, en las dos últimas décadas del siglo XX. Es un fenómeno cuyos antecedentes tiene en el escritor cubano Alejo Carpentier su primer representante. Treinta años antes que esta tendencia se consolidara como tal, en un corpus claro y preciso, reconocido en el continente, la novela El reino de este mundo (1949), escrita tras un viaje a Haití, centrada en la revolución haitiana y el tirano del siglo XIX Henri Christophe, ha sido calificada como el primer ejemplo de esta nueva categoría.
Para abordar el conocimiento de la NNH debe definirse, en primer lugar, qué se entiende por Novela Histórica (NH) y, a partir de esa definición, establecer las características que distinguirán a la novelística sucesora. Una de las definiciones más acertadas, estima la crítica especializada, será la del argentino Enrique Anderson Imbert (1910-2000), escritor, investigador, crítico literario y profesor, quien indicó lo siguiente: “llamamos novelas históricas a las que cuentan una acción ocurrida en una época anterior a la del novelista”. Universalmente, suele considerarse al escocés Walter Scott (1771-1832), una prominente figura del romanticismo inglés en el siglo XIX, como el iniciador de este modo de ficción narrativa.
En opinión de Anderson Imbert, el escritor boliviano Nataniel Aguirre (1843-1888), que sirve de enlace entre el romanticismo y el realismo y modernismo, es: “el mejor novelador de la historia en Bolivia y uno de los mejores de toda Hispanoamérica”. Su novela más conocida es Juan de la Rosa (1885) cuyo subtítulo dice Memorias del último soldado de la Independencia, en donde cuenta algunos de los episodios más heroicos de la historia de Cochabamba, su ciudad natal, para destacar la resistencia del pueblo boliviano contra el general español José Manuel de Goyeneche.
En Chile destaca el escritor Alberto Blest Gana, al que algunos llaman el “Balzac hispanoamericano”, quien reemplaza la novela romántica por una novela de corte más realista, entre ellas, es autor de una de las mejores novelas históricas de la época, Durante la reconquista (1897).

En el continente

¿Cuándo aparece, por primera vez, el concepto de NNH en el continente? Fue el uruguayo Angel Rama quien acuñó este término, en 1981, en el prólogo de su antología Novísimos narradores hispanoamericanos, en el semanario “Marcha”, en donde elogia las novelas Terra Nostra de Carlos Fuentes y Yo el Supremo del paraguayo Augusto Roa Bastos por haber roto con el molde romántico de la novela histórica. En 1982, Seymour Menton recoge este concepto en una ponencia titulada Antonio Benítez: la nueva novela histórica y los juicios de valor en el congreso del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, celebrado en San Juan de Puerto Rico. En 1983, el mexicano Juan José Barrientos publicó en el estudio de las novelas hidalguianas una referencia específica a la nueva novela histórica en el continente. Más adelante, el venezolano Alexis Márquez, en sus comentarios acerca de La luna de Fausto (1983) de Francisco Herrera Luque, publicado en Casa de las Américas, (mayo-junio 1984) afirmó que “hoy estamos experimentando en Hispanoamérica un verdadero boom en la nueva novela histórica”. Por último, en 1985, el mexicano José Emilio Pacheco, en un artículo breve publicado en Proceso del 6 de mayo, comentó la resurrección de la narrativa histórica. Ninguno de ellos, sin embargo, trató de dilucidar las diferencias entre NNH y la tradicional. En ese tránsito hacia la definición del nuevo subgénero, el uruguayo Fernando Aínsa, narrador, crítico y ensayista, en un artículo publicado en septiembre de 1991 en Plural, avanza en la identificación de algunas de sus características.
No es sino hasta la publicación del libro La nueva novela histórica de la América Latina 1979-1992, editado por el Fondo de Cultura Económica en 1993, del profesor de Literatura, crítico y ensayista norteamericano, Seymour Menton, de la Universidad de Irvine, California, que asistiremos a la conceptuación del nuevo subgénero identificándolo como tal distinto de su antecesora. El estudio abarca un período de doce años tal como lo indica su título. El autor sostiene que el factor más importante para su proliferación es la conmemoración, en su tiempo, del quinto centenario del descubrimiento de América; o, desde una perspectiva más pesimista, pudo ser la situación social, económica y política, nada augurante, que se vivió en esa época en los países de Iberoamérica: quizás esos hayan sido el detonante para su consolidación. De acuerdo a Menton, y así lo consigna Morales Piña, este proceso tiene como punto de partida, en el año 1979, la publicación del libro El arpa y la sombra de Alejo Carpentier, en donde, por primera vez, el autor ficcionaliza a un personaje histórico destacado como Cristóbal Colón. Morales Piña menciona, además, entre muchos, El mar de las lentejas (1979) del cubano Antonio Benítez Rojo, La guerra del fin del mundo (1981) del peruano Mario Vargas Llosa, Los perros del paraíso (1983) del argentino Abel Posse, Noticias del Imperio (1989) del mexicano Fernando del Paso.
En el período que estudió el autor norteamericano, Chile es la excepción más notable en cuanto a textos y autores representativos. El único ejemplo que se menciona es Martes tristes (1985) de Francisco Simón.

Rasgos caracterizadores

En cuanto a los rasgos discursivos y escriturales que definen y caracterizan a la NNH, su estrategia discursiva y sus intencionalidades estéticas, siguiendo los parámetros de Menton, y que recoge en su libro Morales Piña, son los siguientes:
1) distorsión consciente de la historia por omisión, exageración o anacronismos;
2) ficcionalización de personajes históricos; comentarios del narrador sobre el proceso de creación literaria;
3) la intertextualidad;
4) la parodia y lo carnavalesco como rasgos retóricos;
5) multiplicidad de discursos o el uso consciente de distintos niveles de lenguaje: polifonía discursiva y mayor variedad estilística.
Si bien no es requisito sine qua nom que, en cada texto, aparezcan todos los rasgos subrayados, es interesante acotar que la clave, a juicio del crítico uruguayo Aínsa, para reconocer su constitución textual, es la escritura paródica. Los conceptos bajtinianos de la parodia y lo carnavalesco presente en la NNH, acota la crítica, permiten recuperar la olvidada condición humana puesto que, a través de dichos rasgos retóricos, es posible re-humanizar a los personajes históricos, transformados por el discurso oficial en “hombres de mármol”, al decir de Aínsa, despojándolos de su imagen estatuaria a través de la ficción. Junto a esta reflexión del uruguayo es menester señalar lo que Morales Piña recoge en su estudio cuando subraya que “una historia de grandes figuras y grandes hazañas, una épica histórica, despierta sospechas”, no sólo porque muestra una panorámica generalista y neutral de los hechos, sino porque detrás de cada hecho mencionado está el “murmullo”, el “susurro silenciado” que resuena. La recuperación del “cotidiano, la figura de carne y hueso, las voces silenciadas de los subalternos, de las minorías étnicas, de las mujeres”, es, por tanto, un signo sustantivo en la NNH, sostiene Morales Piña.
En general, la novela hispanoamericana se ha caracterizado, desde el principio, por su obsesión por los problemas socio históricos, inquietud que desarrolla in extenso el escritor, poeta y ensayista mexicano, Carlos Fuentes, en su libro Valiente Mundo Nuevo, editorial Tierra Firme, segunda edición 1994, que señala que dicha temática es una expresión vigorosa en Hispano América. Y si bien Fuentes no reconoce en tanto denominación a la NNH, él recoge, sin embargo, la afirmación de Menton cuando éste subraya la “vocación histórica de la más nueva novela hispanoamericana”, en donde se reflexiona acerca del pasado con perspectiva de futuro, lo que signa la narrativa en el continente. En esta recreación se constata la voluntad de los escritores que, a través del poder de la ficción, –como afirma Fuentes-, pueden decir lo que muy pocos historiadores son capaces de afirmar.
Si nos remitimos a los apuntes recogidos en las clases dictadas por el profesor Morales Piña, en el magíster en Literatura 2005, podemos observar que, en el libro que hoy presentamos, su estudio permite un acercamiento que enriquece la perspectiva de Menton. En la senda de Aínsa, quien señala que la NNH es una búsqueda de la identidad del ser americano, que imagina su historia releyéndola con la finalidad de “dar voz a los que la historia ha negado, silenciado o perseguido”, Morales Piña, en el texto en comento, indica que el nuevo paradigma narrativo responde a la necesidad de repensar o revisar la historia continental no sólo en sus momentos fundacionales, esto es, descubrimiento, conquista, colonia e independencia, sino también la historia inmediata; que existe un cuestionamiento de la historia con el propósito de problematizar el discurso oficial, recusarlo y suplir sus carencias; lo denomina sin ambages como un discurso alternativo, transgresor y deconstructivo de los textos canónicos, que posee voluntad descentralizadora y que interpela los discursos absolutos y globalizantes del saber. Se trata, según observa Morales Piña, de “un nuevo modo de enfrentar la relación historia/literatura” diferenciándose, claramente, de su antecesora más tradicional. El propósito de esta nueva tendencia literaria, según el catedrático, sería revelar lo que la historia oficial ha “silenciado, censurado u ocultado”, a través de una seria, acuciosa y nada ingenua re-lectura de las fuentes históricas, estableciendo un diálogo con el discurso histórico que es el referente del discurso literario fundante del nuevo paradigma. En ese sentido, es importante citar lo escrito por Fuentes: “el movimiento de la literatura iberoamericana ha constituido una suerte de vigilancia de nuestra historia, dándole continuidad”. Afirmación que el mexicano sostiene a partir de la propuesta del filósofo italiano Giambattista Vico (1688-1744), quien en su libro Ciencia nueva (1725) rechaza el concepto puramente lineal de la historia, concebida como marcha inexorable hacia el futuro, que se desprendía del presupuesto racionalista y del eurocentrismo de la Ilustración del siglo XVIII. El filósofo italiano fue censurado por la Ilustración dieciochesca en Europa y recién pudo recuperar un espacio, en el viejo continente, en los primeros años del siglo XX con el respaldo intelectual del novelista y poeta irlandés James Joyce (1882-1941), entre otros. La historia como recuento de errores, crímenes y engaños es el falso corolario de una creencia en una naturaleza humana fija, final e inmutable, sostuvo Vico, e indicó que, por el contrario, la naturaleza humana es una realidad variada, históricamente ligada, eternamente cambiante y móvil, en donde hombres y mujeres hacen su propia historia. En el año 1973, Hayden White re-actualiza tales conceptos en su libro Metahistoria, mencionado por Morales Piña, en donde cuestiona las pretensiones científicas de los historiadores y llama la atención sobre el carácter ficticio de sus discursos narrativos.

Méritos del libro

Uno de los principales méritos del texto que presentamos, además de enriquecer el análisis que, a nivel del continente, se realiza acerca de la NNH, es constatar en su estudio, de manera orgánica y por primera vez, que en Chile, en la última década del siglo XX y primeros años del siglo XXI, asistimos a una emergencia sustantiva de la nueva novelística.
Morales Piña entrega las pautas necesarias para que un lector curioso escudriñe acerca del nuevo subgénero y tenga una visión panorámica sobre los autores chilenos que han emergido, en la última década del siglo XX y primeros años del siglo XXI, dentro de esta línea narrativa que, como NNH, no es suficientemente conocida en Chile.

La experiencia en Chile

Desde esa perspectiva, el catedrático sostiene que existen algunos relatos en Chile que ya tienen el carácter de canónicos, entre los cuales propone las novelas Ay mama Inés (1993) de Jorge Guzmán; Maldita yo entre las mujeres (1993) de Mercedes Valdivieso; y Déjame que te cuente (1997) de Juanita Gallardo. Son tres novelas ambientadas en distintos momentos fundacionales de nuestra historia, la Conquista, la Colonia y la Independencia, y que reinstalan como protagonistas a tres mujeres en el escenario de lo imaginario: a Inés de Suárez en Ay mama Inés, a Catalina de los Ríos, más conocida como la Quintrala, en Maldita yo entre las mujeres, y a Rosario Puga y Vidaurre en Déjame que te cuente, en un interesante y acucioso trabajo que las distingue porque cada una de estas obras se apoya en una copiosa documentación y lectura de los textos canónicos. Obras en las que ocurre un desplazamiento de los protagonistas, desde personajes, generalmente, masculinos hacia personajes femeninos, en el caso de la novela de Guzmán, el conquistador Pedro de Valdivia es desplazado por Inés de Suárez; en Déjame que te cuente, se desplaza al libertador Bernardo O’Higgins y habla su amante. Esta característica enriquece y otorga al relato mayor complejidad ya que entrega la palabra a las mujeres que han estado ausentes dentro del discurso histórico. Al analizar los títulos de las novelas Déjame que te cuente y Ay mama Inés, Morales Piña advierte como en ellos se recoge el gesto de la oralidad, las protagonistas piden un espacio para contar, para confesar, es el testimonio con que las mujeres transmiten los saberes y llenan los vacíos del discurso oficial en primera persona para decir presente a través de “la intrahistoria construida de insignificantes, intrascendentes e invisibles hechos que desconoce la Historia con mayúscula”. En Ay mama Inés, la buena amante de Valdivia es recuperada en su protagonismo nunca bien reconocido en las crónicas de la época que tiende a presentarla como una marimacho. En Déjame que te cuente, el episodio de la independencia está reconstruido a partir de la historia amorosa, privada e ilegítima, del prócer Bernardo O’Higgins con una joven rebelde y tenaz de la sociedad de entonces. En Maldita yo entre las mujeres, Valdivieso construye un discurso alternativo al orden patriarcal, devela carencias y omisiones de una historia logocéntrica, anula el malditismo y marca con un sema positivo lo estigmatizado, para dar cuenta de una naciente estirpe de mujeres que reivindica lo materno y lo mapuche.
La NNH elimina, entonces, la “distancia épica” (Mijail Bajtin) de la novela histórica tradicional, gracias a los recursos literarios como narrar en primera persona, el monólogo interior o diálogos familiares, en las descripciones de su intimidad se baja de los pedestales a los héroes, como argumenta Alicia Chibán en su trabajo El arpa y la sombra: desocultamiento y visión integradora de la historia (1989). En síntesis, asistimos, entonces, a la recuperación del hablar cotidiano susurrante, al decir de Morales Piña, en el que se evita lo altisonante al dejar de lado los grandes escenarios para reconstruir escenas de la rutina del devenir histórico a través de una polifonía discursiva y el uso consciente de distintos niveles de lenguaje que, en cierta forma, asegura el autor, han recogido de las nuevas estéticas posmodernas.
Morales Piña recoge, en este libro, un extenso artículo acerca de la imponente novela La ley del gallinero (1999) de Jorge Guzmán que como NNH recrea una visión desmitificada y anticanónica de un Diego Portales, autoritario y despótico, en casi 400 apretadas páginas articuladas en cuatro partes y cuyo rasgo sobresaliente es el uso de una polifonía discursiva; a través de distintas voces, en diálogo con la historiografía oficial, desacraliza la imagen del personaje recargándolo con diversos epítetos y frases como: “comerciante disoluto”, “moralista”, “despreciativo” y “canalla”. Multiplicidad de voces que hablan en primera persona, desde el propio Portales, que se revela como una especie de calavera enamoradizo y evidencia su ambición mercantil que es mayor que su interés por el gobierno, el que utilizó en beneficio de sus propios negocios.
El libro de Morales Piña entrega una apretada síntesis de más de una docena de relatos que se adscriben a la NNH en Chile. Entre los textos mencionados están, además, Camisa limpia (1989) de Guillermo Blanco; Butamalón de Eduardo Labarca; Casas en el agua (1997) de Guido Eytel; La corona de Araucanía (1997) de Pedro Staiger; El sueño de la historia (2000) del premio Cervantes Jorge Edwards; El corazón a contraluz (1997) de Patricio Manns. Mención especial hace Morales Piña de la obra de la escritora y periodista Virginia Vidal, a quien le dedica un extenso apartado dentro de su libro, bajo el subtítulo Virginia Vidal: memoria y escritura, e indica que dentro del concepto de NNH, estarían adscritas tres de sus obras: Javiera Carrera, Madre de la Patria (2000), Oro, veneno, puñal (2002), editado en España, y Balmaceda, varón de una sola agua (1991).



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