El poeta chileno radicado en España, Oliver Welden (gran poeta y mi maestro), se refiere a mi crónica denominada: "El día que pensaste trasladar tus propios libros", y que puedes leer también en mi blog personal en: http://carlosamadormarchant.blogspot.com/2012/07/el-dia-en-que-pensaste-trasladar.html
SOBRE LIBROS Y BIBLIOTECAS
Tu crónica me hizo recordar la primera biblioteca de la otrora sede
Arica de la Universidad de Chile, ubicada a un extremo del campus, junto a la
desembocadura del río San José que, en 1970 ó 1971 (no
recuerdo bien), fue destruida por una poderosa riada sin precedentes. Fueron
largos días de trabajo entre los escombros y el lodo para intentar salvar
escasos ejemplares y algunos documentos. El traslado fue penoso: era como
rescatar pequeñas criaturas y llevarlas de un lugar devastado a un nuevo hogar.
Tengo dos libros que, de muchas maneras, se
relacionan con tu crónica: Historia
universal de la destrucción de libros (De las tablillas sumerias a la guerra de
Irak), de Fernando Báez y Las
bibliotecas perdidas, de Jesús Marchamalo, ambos fascinantes y reveladores.
Por último, quisiera decir que también hay
traslados y rescates de libros de un país a otro, de un continente a otro, bajo muchas circunstancias y por diversos
motivos, siendo el exilio uno de ellos. La forzada separación de una biblioteca
personal y su reencuentro con ella varias décadas después es una experiencia
que no se olvida. Aquí no resisto la
tentación de remitirte (sin modestia alguna de mi parte) a un texto de mi
poemario Oscura palabra:
Oda a mis
libros
Abrir las
cajas y poner los libros en los anaqueles
produce una nostalgia al tocar
esos objetos conocidos
/que una vez abandoné
y a
medida que la pared se va poblando
el olor a papel viejo recupera memorias y
recuerdos
de una época perdida y de un lugar que
ahora no existe.
Cada tomo tiene su leyenda y yo los toco
uno a uno:
Poema
de Mío Cid, Hojas de hierba, El principito,
Corazón,
Las elegías de Duino, La misa sobre el mundo,
El
extranjero, como reunirse con leales amigos.
Los
crepúsculos de Maruri, Rubaiyat, Eclesiastés.
Gastados y desteñidos –amarillentos
algunos incluso-
encierran entre tapa y tapa mucho más que
su relato:
se han transformado en depositarios de un
tiempo
y de una historia que solamente a mí
pertenecen.
Crimen
y castigo, Adiós cordera, Comarca del jazmín.
Son cientos de libros alineados en las
repisas
de pared a pared y del piso al cielorraso.
Hace más de treinta años que no los veo y
ahora llegan
hasta el lugar donde yo habito el final de
mi vida.
Oliver
Welden (desde Málaga)
extramuros83
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