martes, 19 de abril de 2011

Pablo Guiñez (Lumaco-Chile-1926)


de "Afonía Total"
Ediciones Tebaida, Santiago CHILE, 1967.

IDILIOS


I

A Therese




De la tarde
acompasadamente acompañada de ramas cargadas de agua
por el sendero de tilos, aún húmedos, crujientes de hojas; aún lleno de charcas,
a lo mejor podría reencontrar el jardín y esa glorieta levemente apoyada
en aquellas glicinas, y ese desvanecido rumor de los cipreses
aplastados por la niebla,
sin que nadie pise la sombra de damascos,
sin que nadie abra las puertas ni deslice la mirada
hacia aquellos rincones, ni en la mesa de té
reposarán los dedos que alargaran budines;
ni de la mantequilla habrá de desprenderse
aquel sabor a trébol ni su dorado aroma
de crema que retoma del batidor el punto
exacto, en que se torna como una espesa yema.
Ni saldrán del estanque unos gansos que vuelven
a la ancha libertad del río, hasta ahogarse
en el cielo desnudo, por donde irán las alas
hasta ser lo salvaje de ese viento invisible.
Es que de aquel entonces, ni sueños ni palabras
serán y los que en bosques crecieran no podrían
ya encontrarse, ni ese sendero existe y sólo de las ruinas
procuraré extraer una música lejana:
abejorros que huyen y jilgueros que se asoman,
en tanto de los tilos el agua se deshace.





II

A mi Prima Elizabeth



El gato lame, después de lengüetear,
el plato en que se le ha puesto la leche, cuyo sabor no le preocupa manchar,
mientras aspira, aunque prefiero decir, absorbe el olor de la grasa que,
a lo mejor, le evoca un resto de pan con mantequilla y que él saboreara en otro tiempo:
aquel de cuando las vacas andaban libres por el campo y los bueyes retozaban a la sombra de bandadas de tordos;
/cuando maitenes
a la sombra de los robles empapaban las hojas, sus hojas,
conservándolas húmedas, aunque el sol devoraba la tierra. En ese tiempo
de los trigos cortados a echona, por segadores inclinados,
cuyas manos hería la cizaña; de espaldas llenas de sudor;
provistos de chupallas y de un saco quintalero atado a la cintura, mientras el sol
giraba hacia quebradas, donde la gallareta
de rama en rama salta y el chucao, salido de escondrijos,
canta y echa a correr; como si se temiera; deseoso
de espantar a los superticiosos cortadores que cantan. Entonces
bosquecillos de boldos, arrayanes, de peumos borbotaban
agua, vertientes barriosas en que, cuando no un sapo, una culebra
suavemente se arrastra, dejándose entrever en las piedras. Entonces,
se lame los bigotes y emprende sus pasos
en busca de una estancia,
en la cual hará el sueño, justo en ese momento
en que los segadores se tienden en el pasto; mientras
echadas bajo boldos añoran los paisajes.



III

A Tí




Por enésima vez ha cantado el gallo
Y tú, recién vuelas en busca del sueño
Afuera, el rosa de los cerezos
ha cuajado en gotas de rocío
Y, mientras la suavidad de tu cuerpo
se distiende y distrae calurosamente
corno si desafiara el frescor de la mañana,
se afana en desprender de una en una,
todas, toditas las estrellas.




editor

Efraín Barquero (1931-Piedra Blanca-Curicó-Chile)


EFRAÍN BARQUERO (Piedra Blanca/ Curicó, 1931): Premio Nacional de Literatura 2008


LA COMPAÑERA


Así es mi compañera.
La he tomado de entre los rostros pobres
con su pureza de madera sin pintar,
y sin preguntar por sus padres
porque es joven, y la juventud es eterna,
sin averiguar donde vive
porquees sana, y la salud es infinita como el agua,
y sin saber cuál es su nombre
porque es bella, y la belleza no ha sido bautizada.
Es como las demás muchachas
que se miran con apuro en el espejo trizado de la aurora
antes de ir a sus faenas. Así es,
y yo no sé si más bella o más fea que las otras,
si el vestido de fiesta le queda mal,
o la ternura equivoca a menudo sus palabras,
yo no sé,
pero sé que es laboriosa.
Como los árboles, teje ella misma sus vestidos,
y se los pone la naturalidad del azahar
como si los hiciera de su propia sustancia,
sin preguntarle a nadie, como si la tierra,
sin probárselos antes, como el sol,
sin demorarse mucho, como el agua.
Es una niña del pueblo,
y se parece a su calle en un día de trabajo
con sus caderas grandes como las artesas o las cunas,
así es, y es más dulce todavía,
como agregar más pan a su estatura,
más carbón a sus ojos ardientes,
más uva a su ruidosa alegría.



LA MESA SERVIDA

Si arrancas el cuchillo del centro de la mesa
y lo entierras en el muro a la altura del hombre,
estás maldiciendo el pan con su semilla,
estás profanando el cuchillo que usa tu padre
para rebanarse la mano, para que la sangre sea más pura.
Y los hijos se reconozcan. Y no se oculten de sus hermanos.
Sólo el padre la recibe en su cabeza desnuda
ensordecido por el trueno, encandilado por el relámpago.
La recibe como el anuncio de un hijo tardío
o como el signo de una pronta desgracia.
No es una mesa, es una piedra. Tócala en la noche.
Es helada como el espejo de la sangre
donde nadie está solo sino juzgado por su rostro.
Tócala y pídele que vuelva a ser ella misma
porque si no existiera, no podríamos tocar
el sol con una mano y la luna con la otra.
Y comeríamos a oscuras como los ratones el grano.
Es la vieja mesa que nadie pudo mover.
Sólo la luz de la estación la cambia de sitio.
O los nuevos convidados con su voz nunca oída.
Y el ausente la encuentra siempre donde mismo,
siempre dándole su rostro, nunca a sus espaldas.
Porque el hombre tiene la edad de su primer recuerdo.
Y el ausente crece al caminar hacia ella.
Si la mesa está puesta es que alguien va a venir.
¿No la ha visto servida en la casa más sola?
¿No la ha visto surgir de la oscuridad
iluminada sólo por el brillo de las copas
y el color de sal fresca de todas las mesas?
Y es más bella que en el día más esperado
porque la ves con los ojos de un niño que ha crecido
o de la vieja mujer que dispone las flores.
Huelen las casas amadas a la limpieza de su mesa
y está servida en esa espera agrupada del árbol
que nadie puede recordar ni tampoco olvidar
porque todo lo que existe nació a la misma hora.
Y en el punto invisible que guía a las abejas
han puesto el pan y el vino a nuestro alcance.
Para que siempre te acuerdes al extender la mano
que estás tocando la mano de todos los hombres.
El trabajador

No estaba el hombre, estaba el trabajador
y su casa era de piedra, de piedra que sangra,
porque nunca se terminaba de hacer.
El tendría los años que tenía su padre
cuando se convirtió en esta misma herramienta
más dura que el acero, como el acero que suda,
que los hombres hacen más fuerte al gastarla
y hacen más suya que un abrazo quebrado.
Y él se parecía a ella cuando estaba en reposo
y a un sueño profundo cuando estaba trabajando,
alumbrado por la anochecida luz del carburo
con que se alumbran las tinieblas de la tierra.
Y esa débil luz enterrada, umbilical, entrañable,
me recordó el primer amanecer que vi en el mundo
como un solo hombre levantado entre las sombras.
Porque él no quería morir de otra manera
sino porfiando con el metal, diciendo no,
hasta el momento de arquearse y pedir agua.
Curvado la esperaría como se hacen los hombres
y se hacen los nudos, amarrados en ellos mismos,
de principio a fin al mismo trabajo.
Y ante esa mesa descansaba en cada anochecer
como descansa el trabajo de sus propios obreros.
Y el hombre olía a su materia originaria,
aquella que va tomando la forma de su cuerpo,
con quien hablaba durante jornadas enteras
como si fueran dos en su recóndito trabajo
y dos cuando guardaba silencio en la mesa.
Y algo les pedía a los alimentos cada noche.
Algo que también le daban los ásperos metales,
los metales amargos, los metales que duran.
Porque en la mesa de un buen trabajador
la tierra come en lo propio, en su plato de greda.
El lobo del hombre

Soy el lobo del hombre, soy el perro del hombre.
Soy el frío del amanecer, la raíz del frío.
Soplo el fuego, soplo la hoja del cuchillo,
pero ninguno de los dos sabe mi nombre.
El perro me lame los pies, el lobo me lame las manos,
pero ninguno de los dos sabe mi nombre.
Sólo lo conoce la madre de todas las sentencias.
Odio mi cara con hocico de lobo, con ojos de perro.
Odio la mano con que me la cubro.
Odio y amo la maldición escrita en mi frente
porque me liberó de todo amor, de toda culpa.
Amé primero el ruego mudo en los ojos de las bestias
y después la mueca ciega en la boca de los hombres.
Escuché aullidos, rugidos, mugidos, balidos.
Y alabé al dios de los animales con un rostro como el mío.
Con una mancha morada como una herida abierta.
Amé ese dios de rostro desnudo y odié el de los hombres,
el del rostro cubierto con una mano.
Con mi propia mano manchada para siempre.
Nací con esta deuda y moriré sin pagarla.




MIMBRE Y POESÍA

Mimbrero, sentémonos aquí en la calle,
y armemos con tus hilos blancos y con mis hilos azules
los esenciales artefactos de uso diario:
La paz, la mesa, la poesía, la cuna,
el canasto para el pan, la voz para el amor.
Armemos juntos las cosas más esenciales y más simples,
más hermosas y útiles, más verdaderas y económicas,
para cualquiera que pase nos comprenda y nos lleve.
Nos ame, y se pueda servir de nosotros. Nos necesite,
y podamos alegrarlo sin ninguna condición.
Tú armaras el canasto que la lavandera
necesita para sembrar la camisa más blanca,
y yo armaré una canción con olor a jabón y a pureza
para que ella junto al río halle más dulce su trabajo.
Tú tejerás la maleta para que el minero regrese,
para que los novios se casen, para que el hijo pobre
vaya a la ciudad a conquistar un oficio.
Y yo tejeré con los hilos más férreos de mi poesía
el descanso más digno, el amor más profundo, la esperanza más grande,
para que el obrero mire confiado su casa
y no parta el pan con recelo y a oscuras,
para que los recién casados puedan anidar todos los pájaros
y no tengan que apartarse por una gota de agua,
para que el hijo menor halle la herramienta en su sitio
y no tenga que volverse porque otros la escondieron.
Mimbrero, hermano mío, que es bello nuestro oficio
cuando a ti te encargan una cuna y a mí una esperanza,
cuando a ti te piden una mesa, un velador, un canasto,
y a mí un arma que defienda ese amoblado tan simple.
Que es bella la jornada cuando tocamos con el mimbre o las canciones
la forma desnuda de la vida: su cintura de trigo,
sus senos llenos de luna, su vientre cubierto de musgo,
sus muslos como ríos, sus brazos como ramas,
sus ojos como un camino en paz bajo la noche.
Que es bello nuestro oficio cuando tentamos ese cuerpo
y yo le pongo el nombre más dulce del amor,
y con mi verbo le digo: levántate, eres libre,
labora en paz, procrea primaveras y veranos,
y lega a toda la tierra tu apellido.
Y tú, oh mimbrero hermano, le vas tejiendo
todos los artefactos que ella necesita
para repartir el pan entre sus hijos:
canastos para almacenar la nieve y la salud,
pequeños cestos para guardar el polen y semillas
de una primavera a otra, cunas para continuar
el sol fecundo, maletas para traer la lluvia,
mesas para que las hojas caigan y vuelvan a ser verdes,
y sillas para descansar delante de la paz ganada.



DÍAS TRISTES / DÍAS FELICES


Viven tan poco los animales
y en cada uno de ellos
hay algo de mi vida que se niega a morir
y en cada uno hay un llamado mío
un oscuro deseo que ellos sólo conocen
porque son como el juego inventado por los días tristes
con los días felices.
Ellos aprendieron a ladrar y a maullar nombrándome
pero vivieron muy poco para seguirme desde lejos
hasta verme desaparecer en los caminos
y cada vez que me alejo de un lugar
yo los siento venir a mi garganta como un sordo
y dulce gemido.
Cuando los niños o los animales me olvidan
yo también me olvido por qué la lluvia y la nieve
me hacían tan feliz
yo también me olvido por qué he vivido hasta ahora.



EL POEMA EN EL POEMA


Si amé la poesía fue porque creí en ustedes
porque quise hacer de lo disperso una sola unidad.
Cuántas veces fui de la puerta al pozo con los ojos cerrados
y jamás me equivoqué porque tenía sed.
Y yo creí en los hombres cuando el animal abrevan
cuando duermen sentados la última parte de su vida.
Creí en la mujer con su eterno niño en brazos
cuya leche perdona a la madre, al padre y a su hijo.
Creí en el cavador de pozos cuya vida transcurrió sin dejar huellas
andando por debajo de la tierra, buscando elcauce originario de un río
y cuya mirada orienta aún a los caballos
porque conoce la máscara de polvo y de sudor de la sed.
Creí en el eterno captador de venas ocultas
en el nudo apretado de tinieblas que es el árbol.

Pienso en el poder de mis pocos objetos
que adquieren otro orden al comenzar un poema.
Madera dispersa de un viejo y olvidado naufragio
o vaso desenterrado donde el agua es más fresca.

Ellos son hechos con el polvo de todos los objetos
donde han desaparecido los días anteriores
menos este amanecido y enceguecido resplandor
preso en la telaraña resinosa de un pino.

Cuántas veces se cruzaron en mí dos o tres objetos
haciéndome unir la primera con la última línea
en una imagen indescifrable del lenguaje de las cosas.

Que otros se dejen arrebatar por las cosas hechizas.
Yo pienso en el trabajo hecho por el buen utensilio
de mango suavizado por el amor más durable.

Los verdaderos poemas son los póstumos
que se escriben a oscuras con la luz del relámpago.

Busquemos la llave que el mismo poeta escondió
en lo más visible del árbol
...................... su desnudez de invierno
o en lo más oculto de la raíz
....................... su sombra cuando florece.

Es bella una página como una mano abierta bajo la lámpara
con que se alumbran las tinieblas del origen
la tierra que un niño al nacer
...................... hace nacer
que un hombre al morir
............ hace morir

Oigamos su acento más puro
......... el de su propio silencio
parecido al silencio del animal mirando el mundo
y sabremos por qué se vive y se muere.
El poeta no alcanzó a decirlo y ése es su mérito mayor.
Abolir el tiempo es escribir un poema verdadero.

Si un niño entra sin ruido en mi cuarto es porque me vio
cortar una rama florida
como si fuera un ladrón en mi propio jardín.
Y es porque he pensado en él al encender la lámpara.
Siempre pienso en alguien al sentarme a la mesa vacía
y más ahora que han florecido los árboles.

Si un niño entra sin ruido es porque es igual a todos los poetas
quienes recuerdan un solo momento
y hacen de todos los lugares uno solo.

Cuánto se alegra de ver la rama florida en mi mesa
porque toda flor se convierte en su mente en una fruta madura.
Y el niño la olorosa como huele también mi mano.
Así lo he visto hacer con el pan, con el paño que lo cubre, con las cartas.
Y cuánto se alegra de ver todo el jardín en esta sola flor abierta.

Busco la compañía del agua y de la tierra
y como ya no puedo confundirme con ellas
............. las uno
si desposarlas es coger el barro de que fuimos hechos
amasándolo en mis manos hasta olvidar quién soy.

Yo mezclé la tierra con el agua sin ser alfarero
con una especie de goce doloroso
como si debiera destruir todo lo que hacía con esa pasta sagrada.

Si el poema no es más que el silencio de todos los poemas
la balanza donde se pesan la luz y el aire con el alma
.......... de las piedras
la única mirada que se recobra.
Si el poema es eso
quisiera ser escrito de nuevo por la mano que me creó
en esta misma página, en esta misma mesa y con mi lámpara de barro.



RECETA PARA EL AMOR

Para males de amores
dormir tres días,
dormir con ropa puesta
y luz prendida.
¿Y luz prendida?
Dormir tres días,
sus manos y sus ojos
que desvivían,
desprender su fragancia
con agua fría,
en la mañana
de los tres días.
¿De los tres días?
¡De tres mujeres
con que dormiste estos tres días!




CANTO A ESTA MUJER

Canto a esta mujer que me acompaña
hija, hermana y madre ella misma,
tierra de donde me alzo al sol primero
y después dulzura que llena mis frutos.
Canto a esta mujer que está en silencio
como millares de hijos en el vientre,
pero que silenciosa viene y va
más liviana que un pájaro en el viento.
Canto a esta mujer que está tejiendo,
a esta otra que está amamantando,
canto en ellas a la fertilidad
y a la eternidad de mis huesos en la tierra.
Canto a esta mujer que ahí me espera
como puerta en la inmensidad del mundo,
a estos cabellos donde se enreda el viento
que empuja nuestras banderas al combate.
Canto a esta mujer de larga cabellera
y a estos de donde nace el agua,
canto a su sexo de donde volveré a nacer
y a su sangre que regará sin término.
Canto a esta mujer que me acompaña
con los senos henchidos por mi anhelo.
Canto a esta mujer, todas las mujeres,
y dejo la esperanza perseguida del hombre
en la tierra sagrada de sus vientres.




SI HE DE TENER CONTIGO UN HIJO

Si he de tener contigo un hijo,
que éste llegue
cuando nuestra casa sea toda la tierra.
Si hemos de dejar un heredero,
que éste venga
para mirar sin asco nuestro mundo.
Si he de hacerte madre,
que sea con amor
y no con verguenza de vivir y de ser hombre.
Si hemos de traerlo, conquistemos para él
el derecho de ser libres
para que después no nos maldiga.
Conquistemos la tierra donde habrá de crecer,
para que después no nos olvide
al no encontrar nuestras raíces.
Conquistemos la paz en que habrá de construir,
para que después no nos desprecie
al impedírselo sus propios hermanos.
Que nuestro hijo rasgue en dos tu vida
y tu grito de dolor conmueva las estrellas;
hienda en dos mi canto, y por mi herida
entre el sol a todas las conciencias.


editor

José Ángel Cuevas (1944-Santiago-Chile)


Proyecto de País/fragmentos


2.2.1

......... Aquí y ahora/ levantada la maleza
al interior del espacio que uno Es
uno que fue chileno
ya no es nada
un país que el sol calienta algunos meses del año
un film
un canto fúnebre, dice el ex-poeta.

Nada es lo mismo en la Transfiguración.
Por mucho que empujemos/ las cosas volverán a su lugar.
Será el olvido cada día…

Caserones vacíos
fierros retorcidos/ hangares de las S.S.
El cerro está donde mismo siempre.
El país es un inmenso texto
que los posmos van a deconstruir
unos cantos materialistas e históricos.

Todo volverá donde mismo.
No hay nada que hacer si empujamos estas montañas…


2.5

Ya de vuelta; ¿cómo va a crecer la chilena/ L´mano dura?
En condiciones de convalecencia/ la poesía es su única utopía
la poesía la lleva por cités y puentes del Mapocho
la deja en restaurantes/ allí sentada la tonta/ noches enteras
le habla del sur/ árboles y ríos en la mesa puesta.

Generales/ coroneles/ llorando a gritos en el Poema de Chile.
La poesía da cuenta de unas bazofias/ unas AKA6/ unos M16
vuela cerros ciudades imaginarias.
Dice unas cuantas idioteces al paso de las nubes.


2.6

De pie frente a la cordillera que está allí
quieran a sus padres/ hijos/ esposas.
No los dejen nunca/ nunca:

Mi amorcito yo no te dejaré nunca
se caerá la tierra/ se acabará el agua del mar
pero nosotros estaremos siempre juntitos/ uno
para el otro/ vamos a ir por los campos/ amorcito mío
te voy a comprar una falda de cuero/ un auto
de segunda mano.

Que seamos felices hasta la muerte
por lo menos.


2.7

Es la miseria, ya se sabe.
Y la misericordia.


3.0

Se pierde la historia del Restaurant Chile
un diario de crímenes
un encuentro de ancianos
nadie reescribió ese historial/ esa inmundicia
los lugares vacíos de los posmos
se pierde la historia de chile chico
unos paros nacionales/ vapores madres

A) la Insurrección de la carne 1905
B) El Coronel Barboza mató a Lentú
C) nadie fue a defender nada de nada
murió solo el hombre/ al fin
se escucharon las incidencias por cadena de radio y tv de la fuerza armada
hijos de nadie
hijos de don Reca/ del Cabro Carrera/ la Huasa Elena.

Se pierde la historia del ex Chile
en el desierto…


3.4.1

Pidamos ahora que el Tren Instantáneo de Nicky Parra Sandoval
llegue por fin hasta la puerta de esta casa abandonada
y los enfermos de Urgencia y Emergencia.
Unos muchachos llenos de sangre
en la Dirección Nacional
la niebla se pasea dentro de sus pechos.

Yo, Efrén Sepúlveda Fica
enfermo como estoy, en cama, pero
en mi sano juicio declaro este infinito Hospital
Chile Restaurant/ que nos rodea/ ventanilla 4 escalera
unos currículos de pobres infelices/ y de allí a la Of. De Partes
subieron a los Cielos.


3.4

El ex poeta se lo había vivido todo
tenía un poderoso inconciente colectivo
para él solo. (…)






Liquidación del Yo

¿Qué importa quién hable?
Samuel Beckett

Yo soy el que soy
un pobre tipo de Chile
padre de tres hijos y una mujer errática
no bebo no fumo no tengo nada que decir
después de dar por terminada
la Ocupación FF años/ años y años.
No creo absolutamente en nada
sólo en un dios cualquiera.

El aire huele a pobreza
no sé qué será de mí.

Después de una larga temporada
he conseguido trabajo
pero mi casa está vacía, mi mujer
todo el santo día/ dice incoherencias
su padre muerto/ canciones olvidadas
un olor a viento recorre las personas
alguien vuelve de los cerros, etc.

Cuando todo tenía sentido
yo esperaba micro/ subía unos montes.

Yo/ es nadie
podría sucumbir aquí mismo,
ya hice lo que se debe hacer
tuve hijos fui feliz
fui infeliz
viví al tres y al cuatro.

No hay interés en bailar
no creo en el alcohol
ni en el cigarrillo.

Sólo creo en mí mismo.
Aquí dentro está el universo
resuenan épocas gritos
por las calles en silencio.

Sólo creo en mis propios
zapatos cafés subiendo
la escalera de todos los días.

editor

White, el músico cubano autor de “Zamacueca”


White, el músico cubano autor de “Zamacueca”
Virginia Vidal
(compartido con Anaquel Austral)



Descubrimos con alegría que una escritora chilena inspiró al músico cubano José White para componer su “Zamacueca”(1878), como lo cuenta con sencillez Martina Barros de Orrego (1850-1944) en “Recuerdos de mi vida”. Ella habla de lo popular que fue la cueca en su tiempo y no olvida “aquellas reuniones en que se bailaba y cenaba muy bien; a última hora se servía ponche en leche caliente, que lo llamaban “gloriado”, y se bailaba inevitablemente la zamacueca. En esto eran eximias las señoras principalmente y alguna que otra niña, pero todas lo hacían con mucho arte y mucha gracia. Allí, como era natural, aprendí a bailarla. Y después en Santiago fue mi fuerte en todos los bailes a que asistí. El famoso violinista White compuso la famosa cueca que lleva su nombre viéndome bailar y siguiéndome por todo el salón con su violín” (Editorial Orbe, Santiago, 1942).
Cuando apreciamos la admirable labor de Daniel Muñoz, actor y cantante de cueca brava, nos inclinamos a saber más de esta cueca urbana y de origen afro, de una historia mucho más rica que el intento mecánico de imponerla por decreto. Es penoso ir a San Pedro de Atacama y ver a los niños y adultos disfrazados de huasos interpretando obligadamente un baile ajeno a sus raíces: lo mismo ocurre en Pucón, donde también se disfraza de huasos cuequeros a niños y niñas mapuche.
Volvamos a José White (1836-1918), admirable músico cubano de origen afro que fue reconocido por su talento y su espíritu patriótico por José Martí. White obtuvo el Primer Gran Premio del Conservatorio de Música de París, luego de perfeccionarse durante un año (1855) con el violinista y pedagogo Delfín Alard, quien fue también maestro de Sarasate. Pero no sólo alcanzó tan alto reconocimiento, pues con el paso del tiempo, en 1884, ocupó la cátedra de su maestro Alard en el Conservatorio de París, a más de ganar el máximo reconocimiento como intérprete de las obras de Bach, Beethoven y Mendelssohn. Cabe tener en cuenta, además, que fue el poseedor de “El Canto del Cisne”, el último violín que construyó Stradivarius.
White nació en Matanzas el 1º de enero de 1836 y murió en París el 12 de marzo de 1918. Recibió las primeras lecciones musicales de su padre, y, luego, de otros profesores. Llegó a dominar dieciséis instrumentos, algunos muy antiguos, sobre todo, violín. Compuso a los quince años una misa a dos voces y orquesta. A los diecinueve dio su primer concierto de violín, acompañado al piano por Gottschalk. En 1855 embarcó rumbo a Francia, donde ingresó en el Conservatorio de París a fin de cursar estudios superiores de violín, así como de armonía y composición. Poco después fue profesor teniendo entre sus discípulos a Ernesto y Thibaud. Volvió a Cuba, dio conciertos en La Habana y Matanzas. En 1860 se estableció nuevamente en París, conquistando renombre como violinista. En 1875 llegó a La Habana, pero acusado de actividades independentistas, tuvo que salir precipitadamente hacia México; pasó luego a Venezuela y a Brasil, donde fundó la Sociedad de Conciertos Clásicos, junto a Arthur Napoleao, y trabajó como director de orquesta y como director del Conservatorio Imperial. Estuvo más adelante en diversas ciudades, radicándose definitivamente en París en 1888. Entre las obras más notables que compuso figuran Concerto para violín y orquesta, Cuarteto, Seis estudios brillantes para violín, Quinteto, Bolero para violín y orquesta, Marcha cubana, Danzas para piano, y Variaciones sobre un tema original para clavicordio y orquesta, entre otras.
Su paso por Chile dejó huella.

El presidente José Manuel Balmaceda tuvo como subsecretario de Hacienda a Isidoro Vásquez Grillé, miembro del directorio del Partido Liberal Democrático. Don Isidoro estudió música en Talca con el pianista Falk; éste acompañó al famoso violinista cubano José White, mulato expulsado de su patria, cuando estuvo en Chile en 1878. Niño prodigio: dio a conocer su primera composición a los doce años, en 1876. Entre sus muchas obras, se recuerdz la dedicada al Comité «Manuel Rodríguez», más tarde himno oficial del Regimiento Talca. Otra la dedicaría a los niños huérfanos de la guerra. Su zarzuela “Don Cleto” le dio una enorme popularidad.
Según nos contaba el compositor Fernando García al hablar de las consecuencias que tuvo en la música la guerra civil de 1891, Vásquez Grillé tuvo que ocultarse y vivir una penosa clandestinidad. El pianista Falk supo entregar la memoria de White a su discípulo quien, huyendo de las represalias de los triunfadores, vivió de la música mientras estuvo escondido. Para ello, hubo que valerse de la buena voluntad de un amigo que llevaba sus composiciones a un comerciante y las imprimía (en aquel tiempo, había casas editoras de música en Valparaíso).La clandestinidad no mataba su inquietud por el trágico acontecer nacional. Es así como algunos amigos suyos le publicaron bajo el pseudónimo “P.Pinochet” una cuadrilla titulada “La Revolución de 1891”, inspirada en el levantamiento armado de Pozo Almonte.
El músico furtivo nunca pudo olvidar la imborrable emoción que lo asaltó un día cuando iba caminando y sintió una música muy familiar. Se detuvo ante la casa, golpeó, lo hicieron pasar y conoció a la niña que la interpretaba.
Isidoro Vásquez Grillé no omitió las composiciones de White. Esta suerte de transmisión de un legado musical tiene enorme trascendencia, por cuanto White, “mulato expulsado del suelo patrio”, por defender la causa de la independencia, fue recibido en nuestro país con entusiasmo y gozó del cariño y la popularidad que ameritaban su cultura y talento. El afecto fue recíproco, por cuanto compuso dos curiosas zamacuecas que más tarde divulgó ampliamente.
De la permanencia de White en Chile y de sus zamacuecas, dio vasta información Pablo Garrido en su “Historial de la cueca” (Ediciones Universitarias de Valparaíso, 1979):

“Desde su primera presentación (Valparaíso, 16-II-1878), causó expectación por su destreza virtuosa, bello sonido y profunda musicalidad. White supo responder al afecto de los chilenos, escribiendo dos presuntas zamacuecas para violín y piano, las que más tardé paseó por todo el mundo”.

En efecto, el cubano White incorporó sus zamacuecas a su repertorio y elevó el nombre de la danza nacional chilena a los más selectos auditorios de su tiempo.
Pablo Garrido, quien hizo el análisis estructural de texto y música de estas zamacuecas, conoció el original de White, en poder del violinista panameño Alfredo de Saint-Malô, del cual obtuvo una copia fotostática. Dicho documento musical carece de texto poético. Sin embargo, las ediciones de Carlos F. Niemeyer y de A. Friedenthal publican las correspondientes cuartetas.
Es de esperar que llegue pronto el día en que las zamacuecas de White sean conocidas por todos.












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